Escrito por: Hermínia Gomà
Esta pregunta nos la hacemos infinidad de veces los padres. Sobre todo cuando tenemos miedo: por sus estudios, por sus compañías, porque no saben relacionarse con los demás, porque no se sienten motivados, porque se aíslan, por las drogas… Motivos no nos faltan, ocasiones las provocan cada día.
No sabemos que pasa, pero un buen día, dejamos de reconocer a nuestros hijos, nos los han cambiado, ¿qué está pasando? Y torpemente, iniciamos lo que nos parece una conversación que en realidad es un monologo, una conversación que no es un diálogo, es un interrogatorio y en lugar de acercarnos a ellos para poderlos ayudar vamos logrando que la brecha entre nosotros y nuestros hijos se haga cada vez mayor.
Para poder ayudar a otra persona, sean nuestros hijos o cualquier otra persona, la relación creada será la clave del éxito. Lástima que cuando somos conscientes del problema de nuestros hijos, la relación ya está dañada.
Curiosamente, aquellos padres que han sabido generar una buena relación son capaces de ayudar a sus hijos de una manera más exitosa. Pretender ser su puntal, ser su faro, su punto de apoyo cuando no hemos invertido en la relación será una empresa difícil. Por ese motivo, cuando algunos padres me consultan y me preguntan ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo? Les respondo que tienen por delante el mejor proyecto de su vida: establecer una buena relación con sus hijos, crear un vínculo de confianza que permita el diálogo para ofrecer la ayuda que sus hijos precisan.
¿De qué tipo de relación estamos hablando?
De una relación donde los padres son los promotores del desarrollo, maduración y crecimiento de sus hijos, de apoyo pero no de sobreprotección, donde los padres preparan a sus hijos para enfrentarse a la vida con sus propias herramientas, competencias y valores para vivir plenamente su vida, de confianza en su potencial y respeto por sus diferencias.
¿Cuál es la mejor actitud hacia nuestros hijos?
Probablemente habéis observado que cuando somos cálidos, justos y respetuosos con su identidad y no somos posesivos ni jueces, la relación funciona. Los resultados no son inmediatos, pero si nuestra actitud es honesta y constante, facilitamos la maduración y desarrollo de nuestros hijos. El problema muchas veces es que a pesar de ser conscientes de cual es la mejor actitud, nuestra impaciencia y nuestro miedo se interponen y nuestra actitud cambia, nos volvemos exigentes, impositivos, mandones, injustos, jueces y en una sola intervención somos capaces de cargarnos la relación. Y después nos quejamos de que nuestros hijos se alejen de nosotros, no quieran comunicarse, no nos escuchen…
Cuando somos incondicionales en nuestra aceptación y los escuchamos sin darles consejos, ni les decimos “ya se porque lo has hecho”, ni el odioso “ya te lo dije”, cuando somos capaces de transmitirles que a pesar de sus dudas, sus equivocaciones, sus incoherencias confiamos en ellos y los amamos, la relación funciona, el vínculo se fortalece. El problema aparece cuando sentimos la urgencia de hablar desde nuestras vivencias y experiencias para avisarles y que no repitan nuestros errores, para ahorrarles sufrimiento, ya que en el fondo los estamos infravalorando y les transmitimos que nos defraudan y fallan. En esos momentos cortamos el vínculo y desconfían de nuestra competencia para poderlos ayudar.
Muchas veces buscamos la respuesta en relaciones disfuncionales, en lugar de investigar en las relaciones que funcionan. Seguro que tenemos conocidos, familiares o amigos que gozan de una relación franca, positiva y madura con sus hijos, donde los hijos piden ayuda a sus padres. Que envidia. Seguro que ellos tienen mucha suerte con sus hijos. Atribuimos el éxito a sus hijos (mejores que los nuestros) en lugar de preguntarnos que habrán hecho distinto estos padres para que su relación funcione. ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo lo han conseguido? Si preguntamos a los hijos, casualmente hay coincidencia en sus respuestas, el éxito reside en cómo se han sentido tratados por sus padres. Sus padres les han comprendido, han confiado y creído en ellos y les han hecho sentir mayores e independientes, les han ayudado a clarificar sus sentimientos cuando estaban perdidos o desorientados en lugar de decirles como debían actuar, sentir y pensar. El secreto es como les han hecho sentir. Si le preguntaras a tu hijo como le has hecho sentir hoy, ¿Cuál sería su respuesta?
¿Cómo crees que tu hijo/a se siente tratado por ti? Si lo primero que te viene a la mente es “¿Cómo no me voy a poner así con lo que ha hecho? Es mi hijo el que tiene una mala actitud”, realmente tenemos un problema. Somos los padres los responsables de nuestra actitud, los responsables del desarrollo de nuestros hijos. La actitud de nuestros hijos es un reflejo de nuestro liderazgo como madres y padres. Paremos y reflexionemos. ¿En qué medida la actitud de mi hijo es un reflejo de mi liderazgo como padre?
Se necesita mucho coraje y valentía para escuchar ciertos sentimientos sin que aparezca el rol de “solucionadores, salvadores y protectores” que la mayoría de padres llevamos dentro, sin ser conscientes de que estamos coartando y culpabilizando a nuestros hijos por lo que están sintiendo y haciendo. Si cuando nos cuentan sus sentimientos los relativizamos, nos duelen o nos asustan o cuando nos explican sus decisiones las juzgamos ¿Cómo van a pedirnos ayuda?
¿Qué factores nos impiden generar una relación de ayuda hacia nuestros hijos?
- La falta de interés, indiferencia, escepticismo o rechazo
- Los consejos específicos sobre las decisiones que han de tomar
- Que saquemos temas del pasado
- Juzgar, amenazar, culpar, defendernos y atacarlos
¿Qué factores generan una relación de ayuda?
- Sensibilidad hacia sus sentimientos y lo que realmente es importante para ellos
- Un interés genuino, cálido y autentico por ellos y sus vidas
¿Qué podemos hacer cuando la relación no funciona?
En estos casos nos podemos preguntar: ¿Quiero realmente comprender a mi hijo? Esta pregunta profunda y comprometida provoca otro tipo de preguntas…¿Qué implicaría comprenderlo? ¿Qué tendría que cambiar si lo comprendo? ¿Estoy dispuesto a cambiar para poder aceptar lo que comprendo? ¿Me gusta mi hijo/a? ¿En qué medida lo que no me gusta está hablando de mi?
El grado de integridad (lo que siento, lo que digo y lo que hago son coherentes) y de honestidad (se lo que siento, lo que quiero, me conozco y me acepto) serán fundamentales para que la relación con nuestros hijos les ayude a crecer, madurar y desarrollarse plenamente. Esto significa que para ayudar a mis hijos yo también he de trabajar en mi desarrollo como persona. Aunque a veces sea doloroso también será enriquecedor y gratificante. Ser consciente de mis sentimientos me permitirá abandonar actitudes defensivas, amenazantes o violentas que perjudican la relación.
¿Qué debo aprender para poder ayudar a mis hijos?
- A diferenciarme de ellos. Reconocer mis sentimientos y que son diferentes a los suyos
- A comprender que mis hijos no son de mi propiedad, ni son una prolongación de mi mismo
- A distinguir mis necesidades de las de ellos
- A escuchar sus emociones sin reaccionar ante ellas ni juzgarles a ellos
- Que su necesidad de independencia no es falta de amor sino parte de su proceso de maduración personal
- A perdonarme para poder perdonarlos
- A ser yo mismo para que ellos puedan ser quien son
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Aprender con nuestros hijos puede ser… ¡Lo mejor del día!
Hermínia Gomà
31 Enero 2011
Creo en las personas y en su enorme capacidad de aprendizaje. Trabajo con ellas desde sus fortalezas y capacidades para que puedan liderar sus vidas y lograr aquellos objetivos que se propongan.
Disfruto haciendo escuela y formando parte de un equipo de profesionales a los que admiro y de los que aprendo cada día. Cuando converso con un paciente, cliente o alumno pongo a su servicio mi intuición, mis conocimientos y experiencias y también mi escucha y comprensión.
A muchos padres les pasa que se generan unas expectativas muy elevadas de lo que tienen que ser sus hijos. Y finalmente se olvidan de ver realmente y descubrir quién es realmente su hijo. Sería interesante poder establecer un rol de acompañamiento y un vínculo seguro. Me encanta la idea de poder ser cálidos, justos y respetuosos con la identidad de los hijos y no ser posesivos ni jueces, ya que es así como la relación verdaderamente podrá funcionar.
Es super importante fomentar la independencia en los hijos porque eso les transmite una sensación de capacidad y de confianza en ellos y en su criterio.
Me ha gustado mucho la idea de motivar a los padres a que se revisen su forma de vincularse con sus hijos, en lugar de poner todo el peso en el comportamiento juzgado como erróneo de los hijos.
Solo puedo hablar de la posición de hija en este aspecto. Me parece sumamente importante el tema crear un buen vinculo. El vinculo entre padres e hijos tiene muchos factores, pero me parece muy importante el de la confianza. Recuerdo a mi madre ganarse mi confianza, lo hizo confiando ella en mi, haciéndome sentir como una persona autónoma, con derecho a tener mis propias ideas y tomar decisiones.
Coincido totalmente en que lo más importante es crear una relación sólida con los hijos generando un vínculo de confianza desde el que poder construir relaciones de apoyo, aceptación y amor incondicional. Es interesante ver cómo nos fijamos en las relaciones padres-hijos disfuncionales cuando sería mucho más rico tomar como ejemplo aquellas relaciones armoniosas que pueden servirnos como modelo a seguir. Las relaciones humanas necesitan de confianza, apoyo y respeto. A menudo con los hijos el miedo a que les pase algo o el miedo a equivocarnos lleva a los padres a imponer sus criterios, su amor-miedoso.
Me parecen muy acertadas preguntas tan claves como ¿de verdad quiero comprender a mi hijo? ¿Qué implicaría comprenderlo? ¿Qué parte depende de mí? Estas preguntas requieren honestidad, capacidad de introspección, sinceridad y sobre todo mucho amor.
Educar a los hijos desde el amor y el respeto requiere madurar como persona, es un camino que ser recorre junto a ellos, pasando desde una vigilancia atenta a una confianza plena en sus recursos. Es una tarea que requiere un compromiso cada día.
Desde siempre me ha gustado todo los temas de psicologia relacionados con la familia. Creo que la familia es el entorno y el contexto en el que nacemos y gracias a ellos (a nuesrtos padres) somos de una manera u otra. La manera de vincularnos, de relacionarnos, los valores, las creencias. La familia es un ámbito que a mi parecer es importante de intervenir y preguntar a los pacientes ya que creo que muchas cosas provienen de la infancia y de la familia.
Los ultimos puntos del articulo creo que son importantes para tener en cuenta:
A comprender que mis hijos no son de mi propiedad, ni son una prolongación de mi mismo
A distinguir mis necesidades de las de ellos
A escuchar sus emociones sin reaccionar ante ellas ni juzgarles a ellos
Que su necesidad de independencia no es falta de amor sino parte de su proceso de maduración personal
A perdonarme para poder perdonarlos
A ser yo mismo para que ellos puedan ser quien son
A diferenciarme de ellos. Reconocer mis sentimientos y que son diferentes a los suyos
El diferenciarse de los pequeños, el saber que ellos pueden perceibir y sentir de manera distinta a nosotros.
“El éxito reside en cómo se han sentido tratados por sus padres”. La relación que tiene mi madre conmigo es completamente distinta a la relación que tiene mi madre con mi hermana mayor. Es curioso, el otro día tuvimos una conversación muy profunda en relación a esta; tiene 27 años y la relación entre ella y su madre aún no cuaja.
Empecemos por el primer punto. Es la mayor, la que siempre ha recibido toda la atención, la primera. Fue ella, la más joven, la que vivió de cerca y más conscientemente la ruptura de mis padres. Ella estaba más presente, que mi hermana pequeña y yo, en las discusiones y dramas constantes. Desde ese punto de insatisfacción, se rebeló. Decidió rebelarse en contra de la escuela y en contra de todo; pasó de ser una niña feliz a una niña enfadada (“un buen día, dejamos de reconocer a nuestros hijos, nos los han cambiado, ¿Qué está pasando?).
Mis padres, por miedo a implicarse en exceso y en parte por aceptar sus propios errores, decidieron hacer como si nada, como si la separación hubiese sido algo completamente ajeno a la educación que había recibido. Como si todos aquellos gritos no hubiesen afectado su psicología ni a la relación que ella tenía con el mundo. Seguramente tuvieron miedo de conectar con esa culpa y de enseñársela a la niña, de pedir sinceramente “perdón”, de hablar abiertamente de ello sin declarar culpables o posiciones como mecanismo de defensa y de protección. No quisieron escuchar a la niña que no entendía qué había pasado entre ellos ni tampoco entendía por qué actuaba así. Necesitaba ser escuchada, pero no sucedió. Para ellos era más fácil estar “en contra” que “a favor”, era más fácil recriminar el comportamiento que escuchar lo que le pasaba y necesitaba. La dieron por perdida hasta el día de hoy (“en lugar de acercarnos a ellos para poderlos ayudar vamos logrando que la brecha entre nosotros y nuestros hijos se haga cada vez mayor”).
Muchas veces he oído decir a mi madre que la relación con su hija mayor está rota, y viceversa. Ambas saben que hay un amor profundo e incondicional, pero no saben muy bien cómo acceder a él. Hace mucho que las puertas se cerraron y no encuentran la llave para abrirla. Yo viví la situación de forma distinta. Tengo 4 años menos y viví aquello sin enterarme mucho, más en segundo plano. Mi rol era distinto. Mi madre se comunicaba conmigo desde la aceptación porque mi conducta no era de rebelión, sino más bien pasiva y educada. Por eso nos llevamos bien, porque no hay rabia ni dolor en medio, porque siempre me ha respetado y nunca me ha recriminado mi forma de ser, porque siempre me he sentido aceptada y querida y por eso para mí es muy fácil encontrar esa brecha con la que abrir y acceder a mi amor por ella.
Mi madre ha dicho muchas veces; ¿Qué hago para ayudar a X? y muchas veces he oído a mi hermana decir: “es que no me escucha”- completamente enfadada, frustrada, y resignada. Pero, quienes están hablando, mi madre y mi hermana actuales, o mi hermana y mi madre de hace 10 años? Aún se están relacionando desde roles pasados, desde roles que ya han demostrado no ser funcionales. Como se comenta en el texto, “crear un vínculo de confianza que permita el diálogo para ofrecer la ayuda que sus hijos precisan”, a caso se ha intentado crear ese ‘vínculo de confianza’? En qué reside la “confianza”?. Puede que el primer requisito para obtenerla sea el no-juicio. Escuchar, en este contexto, significa entender el sufrimiento del otro. Por ambas partes. Escuchar el sufrimiento ocasionado por la separación y aceptarlo por la parte responsable, así como la forma en que se gestionó la situación porque la ruptura por se ya era suficientemente dolorosa y complicada y aceptarlo por la parte que recibió tales hechos. Esa comunicación implica un nivel de maduración emocional y episódica y una reducción del ego. No se trata de protegerse a uno mismo para defender de lo que es y lo que no es. Se trata de dejar ese juego y de realmente escuchar; trascender para entender; dejar de lado tu opinión o tu imagen sobre el tema para comprender la percepción y la vivencia del otro.
Es la única opción de catarsis, de romper con patrones antiguos para empezar la relación desde la disolución, desde una nueva forma de tratar al hijo, desde una forma de entender la madre. Hasta que esta catarsis no se produzca, la relación va a sostener las mismas bases no sólidas y con ello el destino imparable va a ser el de la coalición y la guerra; la reproducción de patrones del pasado que aún no se han trabajado. Antes de entrar a debatir y a abrirse, se hace necesario dejar la rabia, la ira, el reproche y la frustración de lado para dar paso a la verdadera compasión y comprensión. Ir a la raíz del problema y sanarla. Desde ese punto, el hijo o la hija va a aceptar la ayuda del padre/madre y este va a estar satisfecho de la confianza que el mismo le otorga para incluirlo en su vida y para compartirla. “Los padres necesitan confiar en el potencial del hijo y respetar sus diferencias”, si esto se da…no tengo ninguna duda de que la relación mejora y la tranquilidad con el progenitor, el mismo que te ha dado la vida, también.
Gracias por este artículo, es un tema muuuy importante, interesante y recurrente (de manera que visibilizar y concienciar al respeto es lo mejor que puede pasar). ¡Gracias de nuevo, me gustó profundizar en ello!
Una de les reflexiones que me gustaría remarcar y que me ha surgido a partir de la lectura de este articulo es que la educación que recibimos de pequeños condiciona el cómo seremos en el futuro. Según los valores que nos inculquen, la manera de educarnos que implanten nuestros padres creceremos siendo de una forma u otra. Considero que las inseguridades e incertezas de los padres pueden llegar a marcar a su hijo condicionándolo en el futuro. Nunca he estado de acuerdo con esos padres que castigan constantemente a sus hijos y no les dejan hacer lo que la mayoría de sus amigos hacen. Obviamente creo que la disciplina es necesaria pero siempre que sea justa. Al final lo que se consigue con este tipo de conductas es que los hijos realicen lo mismo que sus amistades pero ocultándolo a sus progenitores, algo que es mucho peor y menos agradable. Pienso que una de las frases que se encuentran en este post: “reconocer los sentimientos y diferenciarlos de los de mi hijo”, es de gran importancia y explican muy bien este hecho. Que tengas ciertas inseguridades, dudas, preocupaciones, sentimientos no quiere decir que tu hijo también los tenga y es por eso que no es sano intentar inculcárselos ya que puede afectar su desarrollo y crecimiento personal.
Como ya sabemos, el contexto y el desarrollo familiar son aspectos muy importante en el desarrollo de los niños y en estos es de gran importancia establecer una buena relación. Leyendo este artículo como hija y no como madre, valoro la dedicación y el amor brindado por mis padres en todo momento, desde el respeto y la autonomía. No hay ningún manual que nos explique ‘’cómo ser buenos padres’’ y encontrar una balanza puede resultar en algunos momentos una tarea difícil. Aún y así, este artículo nos invita a reflexionar algunos aspectos sobre estas relaciones que pueden resultar muy útiles.
Personalmente, me parece muy acertado el punto ‘’Se necesita mucho coraje y valentía para escuchar ciertos sentimientos sin que aparezca el rol de “solucionadores, salvadores y protectores” que la mayoría de padres llevamos dentro, sin ser conscientes de que estamos coartando y culpabilizando a nuestros hijos por lo que están sintiendo y haciendo’’. Considero que es un buen punto para empezar a reflexionar sobre las relaciones que queremos/estamos estableciendo con nuestros hijos.
Me gustaría remarcar la importancia de como padres también aprender de los hijos. No solo ellos aprenderán de nosotros, sino que ellos también nos enseñarán a su manera. Creo que la clave de todo es la parentalidad positiva. Crecer en un hogar sin violencia, cargado de amor y respeto es clave para la vida de los niños y las niñas. Les ayuda a crecer sanos y a convertirse en futuros ciudadanos adultos, responsables y comprometidos con la sociedad. El ejercicio de la parentalidad positiva se basa en los principios de atención, orientación, reconocimiento, potenciación y educación sin violencia. Ejercer la parentalidad positiva significa respetar los derechos de los niños y educarles sin recurrir al castigo físico. Para mí, esta sería una de las bases de una parentalidad exitosa. Desde mi rol de hija, lo que más he valorado, es que mis padres respetasen mis opiniones y que me dejaran crecer a mi manera, entendiendo que no debo ser como ellos, sino que debo hacer mi propio camino.
No sóc mare i tampoc sé si en algun moment de la meva vida ho voldré ser. Però sí que seré filla tota la meva vida i puc dir que seria una meravella que totes les mares i pares es plantegessin això abans de ser-ho. Sempre he pensat que ser mare algun dia, és un acte d’altruisme pur, ja que, malgrat que surti del teu cos, aquella persona mai serà teva i l’hauràs de guiar perquè algun dia tingui una bona autonomia per marxar del teu costat. I crec que justament aquest article sap reflectir perfectament, que gran part de les pors i inseguretat que tenen els pares repercuteix moltíssim amb la relació maternofilial.
I per mi la clau de construir una bona relació amb els teus fills, és l’amor incondicional (sempre amb seny i aportant límits) però no dubtant mai, no menyspreant i generant judicis des de les nostres expectatives. Més que res, perquè l’estructura més normal és que els nostres pares siguin els nostres primers referents adults i si ells mateixos et deixen entreveure que no ets capaç de fer X cosa. Tu ja et creuràs que no ho podràs fer i se’ns farà molt difícil deconstruir aquesta creença.
Per tant, sempre he pensat que per ser mare o pare s’hauria de passar un curs sobre nocions psicològiques i afectives bàsiques, per poder construir un millor futur pels nostres fills.
Qué importante tener en cuenta todo lo dicho en este artículo… yo no soy madre, y no me puedo ni imaginar lo que ello debe implicar… Pero cuántas veces he visto conflictos entre amigas y sus hijos, o entre familiares y, he pensado: “Esta no es la forma de tratarse…”. Efectivamente, desde fuera debe ser más sencillo, pero también es cierto que a nadie le enseñan a ser padre/madre y, imagino, que las emociones, muchas veces, juegan en contra. Ciertamente, hacer el esfuerzo en no hablar desde “lo que tu crees que es lo mejor” no es tarea fácil, pero vale la pena el esfuerzo, ya que los resultados son muy satisfactorios. Este artículo debería ser de “lectura obligada” para muchos/as de nosotros/as, es una muy buena guía para entender un poco más la cuestión del trato con los hijos.
Es demasiado común la idea que tenemos en esta sociedad de que tener hijos nos va a servir para hacer lo que nuestros padres no hicieron con nosotros. Será inevitable la frustración cuando nos demos cuenta de que los hijos no van a crecer siendo lo que queremos que sean. Debemos dejar que crezcan siendo ellos mismos promoviendo su creatividad y originalidad, intentando evitar las directrices estrictas sobre las decisiones del futuro y sus gustos. Personalmente, opino que no hay valor en ver como un hijo/a es el doble pequeñito de su padre/madre, porque esto suele ser debido a que el progenitor ha impuesto sus gustos en sus hijos. Este artículo es de gran utilidad, sinceramente, para gran cantidad de gente que quiera tener hijos y tengan expectativas de como van a ser.
Creo que este artículo es muy interesante de leer tanto para alguien desde el rol de padre o madre como desde el rol de hijo o hija. Muchas veces al relacionarnos con nuestros padres o ellos con nosotros, nos quedamos en nuestro marco de referencia y no tratamos verdaderamente de comprender al otro o de entender cómo este se está sintiendo o se puede llegar a sentir con nuestros comentarios, comportamientos, etc. Por eso creo que intentar comprender al otro es esencial para una buena relación. También es muy usual escuchar frases del tipo “te lo digo por tu bien” o el típico “ya te lo dije” por parte de los padres, y aunque sus intenciones sean buenas y traten de ayudarnos, como dice el artículo comentarios de este tipo acaban teniendo el efecto contrario y hacen que los hijos se distancien más y eso perjudica la relación. Me ha parecido muy interesante el último punto del artículo en el cual se exponen diferentes aspectos importantes a tener en cuenta para que esta relación de los padres con sus hijos sea mejor porque aunque a veces nos parezcan cosas obvias, en la práctica de la vida real acaban olvidándose y sería interesante trabajarlas.
Este artículo invita a reflexionar sobre algo que no he experimentado pero sí he visto en mis padres y es el querer ser tan buen padre o madre como se pueda, pero creo que como ya se ha dicho en otros comentarios, no hay forma de serlo ni hay un manual para ello. Aún así, muchos de los puntos que se mencionan son importantes para tenerlos en cuenta y poder tener una relación más proxima y a la vez libre entre padres e hijos.
Me ha encantado la frase final. “A ser yo mismo para que ellos puedan ser quienes son”.
A veces, tal y como se expone en el articulo, la necesidad de los padres de alejar y ahorrar el sufrimiento de sus hijos lo que hace es el resultado contrario. Cuando esto sucede, muchos sienten que no pueden experimentar y acaban alejándose de sus padres. La mayoría de las veces, no necesitamos un consejo si no una esucha sin prejuicios.
Esta lectura me ha hecho reflexionar acerca del poder de la relación materno/paterno-filial y, sobre todo y de la importancia que la confianza tiene en ésta.
También me gusta la distinción que Hermínia hace en el tipo de relación al decir que ha de ser de apoyo pero no de sobreprotección, una actitud esta última alimentada, para mí, por el miedo. De hecho, acerco el modelo materno que he recibido al de la sobreprotección y aunque soy consciente que lo que se me ha transmitido ha sido con amor y desde la preocupación por mi bienestar, diría que las/os hijas/os lo recibimos con agobio y, en consecuencia, tomamos distancia y la relación pierde en confianza.
Para nutrir la relación madres/padres-hijas/os considero fundamental que las madres/padres confíen en los criterios y decisiones de las/os hijas/os sin pretender controlar, lo cual a mi juicio es uno de los mecanismos involucrados en la sobreprotección.
Por último, para cambiar esta concepción del rol materno/paterno considero de vital importancia realizar los aprendizajes que Hermínia propone en la última pregunta del artículo, especialmente el “comprender que mis hijos/as no son de mi propiedad ni una prolongación de mí”.
Muchas gracias, Hermínia, por esta invitación a una reflexión tan necesaria.
Ser mare o pare deu ser una tasca difícil, havent de controlar l’impuls de protecció en tot moment cap als fills. Molts pares i mares els costa entendre que no poden estar en tot moment guiant i decidint pels/les seus/ves fills/es, ja que aquests/es hauran d’aprendre a decidir per ells/les sols/es i a equivocar-se. Crear un bon vincle de confiança beneficiarà a tots dos costats, fent que la comunicació flueixi en ambdues direccions sense que calgui forçar-ho.
Com ha comentat una companya, en un futur potser tenim l’oportunitat d’acompanyar a famílies que vulguin millorar la qualitat de la relació entre ells, i poder ajudar-les serà una feina més que enriquidora.
Reflexionando des del rol de hija e intentando ponerme en el rol de futura profesional, me hace tomar consciencia de la importancia, una vez más, que tiene la frase “para ayudar a mis hijos yo también he de trabajar en mi desarrollo como persona”.
Por suerte, poco a poco pedir ayuda es una echo que se va normalizando y me emociona pensar que en un futuro podré acompañar a padres y madres para que puedan llevar a cabo un mejor desempeño de su rol.
Acompañar a famílias para que aprendan a tomar consciencia y puedan mejor la calidad de la relación me parece sin duda, un trabajo muy enrriquecedor e importante. Poder leer estos artículos me ayuda a confiar aún más en mi profesión y me facilita herramientas y estrategias para poder acompañar y acompañarme cada vez más y mejor.
Me ha gustado mucho la invitación a reflexionar de la pregunta ¿Como le has echo sentir? a través de esta podemos darnos cuenta hasta que punto conocemos a nuestro hijo comparando como creemos que se siente y como se siente en realidad con respecto a nosotros y el rol paternal, y como es nuestra relación con él. Por otra parte, el desarrollo de la confianza en su potencial venciendo al miedo que lleva a la sobreprotección para poder brindarle un apoyo y ayudarle generar su independencia y autosuficiencia.
En este caso, he leído el artículo desde el rol de hija ya que, de momento, no soy madre.
Creo que es una de las mayores responsabilidades que te da la vida y nadie nace enseñado y en este caso, mucho menos con un manual para ser el mejor padre/madre ni el mejor hijo/a.
La clave está, como bien dices Hermínia, en la pregunta ¿Quiero realmente comprender a mi hijo? Ya que muchas veces, tanto en el rol de padres como de hijos, tenemos la tendencia a todo aquello que nos resuena, pasarlo al otro.
Es decir, a veces somos nosotros mismos quien no nos comprendemos, quienes no sabemos qué queremos o a dónde queremos ir y pasamos estos miedos y/o inseguridades a los hijos o viceversa, sin cuestionarnos realmente aquello que en ese momento sentimos, aquello que hacemos y decimos, por tanto, creo que primeramente, para tener una buena relación con los demás, sobre todo cuando hablamos de padres a hijos, ya que es uno de los primeros vínculos y más importantes, hemos de tener en cuenta aquello que sentimos nosotros y ser consecuentes con aquello que decimos, hablamos y hacemos para poder transmitir valores, enseñanza y respeto en nuestras relaciones más primerizas como son en este caso padres e hijos.
Este artículo me ha pensar en la relación que he tenido con mis padres para ser quien soy. Me hizo recordar cosas que hacía a los 10 años como salir y solo avisando dónde iba a estar, recuerdo que mi hermana menor me decía pero hay que pedir permiso y yo le respondía no solo le avisamos y con tono seguro y funciona. Pero en el fondo estaba muerta de miedo que me detuvieran y me hicieran ver lo chica que era. También viene a mi mente las veces que estaba en las conversas familiares, todos adultos menos yo y mi hermana menor, y de repente dabamos uestra opinión y siempre había escucha y sino mi madre legitimaba ese espacio.
Recordar me hace ver cómo siempre buscaba la respuesta de mis padres a estas decisiones o acciones
que realizaba, sino había ninguna lo que sentía era cofianza y veo que hoy si confío en mí en otros es producto de esas experiencias.
Los padres son la base fundamental del desarrollo en habilidades y actitudes de cada persona, y el miedo que puedan sentir me parece algo necesario si te ayuda a potenciar lo anterior.
Nadie enseña a ser padre, por ello encuentro muy potente estando en ese rol la invitación a cuestionarnos ¿realmente quiero comprender a mi hijo? ¿qué quiero para mi hijo? ¿para qué quiero eso? ¿realmente lo quiero para él?, siempre tener la claridad en uno permite una mayor claridad en la formación de otros.
Que potente el tema para quienes somos padres y también hijos. Concuerdo con Pepi, Jimena y Rocío. No hay recetas mágicas, se hace camino al andar, pero si uno como padre no se libera de los miedos, desconfianza, rabia, impaciencia, etc, no podremos acompañar a nuestros hijos en sus aprendizajes.
Un artículo para leer permanentemente y no olvidar!
Gracias Herminia
Como bien dices los padres lo que intentan es salvar a sus hijo, sobreprotegiéndoles y tratando de guiarlos por el buen camino, pero lo que están realmente haciendo es en cierta manera que hagan lo que los padres quieran. Es cierto, que los padres tienen que procurar un bienestar de su hijo, pero esos hijos también tienen derecho a ser escuchados y poder decidir que quieren, dónde esos padres han de aprender a escuchar y no juzgar. Lo que necesitan estos niños es sentirse queridos, escuchados, comprendidos y respetados por esos padres.