Escrito por: Miguel de Molina

La culpa es un emoción sana y natural que nos ayuda a reconocer nuestros errores y fallos para así poder aprender y evolucionar como personas. Sin embargo, si no se gestiona adecuadamente, puede tornarse una fuente de malestar profundo, además de crear en nosotros una sensación de indignidad o incluso de merecer ser castigados. Por ello es importante que aprendamos a gestionar de forma positiva la culpa, ya que de lo contrario la primera víctima será nuestra autoestima.

Machacarse vs Responsabilizarse

La manera en la que gestionamos nuestras emociones tiene que ver con nuestros modelos educativos (padres, escuela, figuras relevantes), nuestro sistema cultural y religioso de referencia y, por supuesto, nuestras experiencias y las creencias resultantes de las mismas. En el caso concreto de la culpa, nos encontramos que es una emoción muy vinculada a conceptos como pecado, la redención, el sacrificio, la penitencia, el castigo,… Tanto es así, que a menudo se traduce en maneras poco sanas de gestionar esta emoción.

Con frecuencia me encuentro en consulta con persona que sufren enormemente a causa de un sentimiento tremendo de culpa que arrastran a raíz de un error que cometieron en el pasado. Se culpan, se enfadan, se acusan, incluso se insultan. En definitiva, se machacan. Sin embargo, lejos de desaparecer, el sentimiento de culpa tiende a instalarse a sus anchas. Las personas se flagelan más y más, castigándose por el error cometido, como si de ese modo fueran a expiarlo. Pero, de nuevo, el dolor se refuerza en vez de desaparecer.

Como decíamos al principio, la función de la culpa es permitirnos aprender y mejorar. Pero ¿qué aprendizaje podemos sacar de machacarnos y castigarnos incansablemente? ¿Que somos personas malísimas?

Para que podamos gestionar la culpa de una manera positiva (y productiva) debemos dejar de machacarnos y empezar a responsabilizarnos. Y ¿qué quiero decir con responsabilizarnos? Pues asumir la responsabilidad del error cometido, ver en qué me he equivocado, qué es lo que he hecho mal, aprender de ello para no volver a incurrir en lo mismo y reparar el daño si así fuera posible. De este modo, lograremos aprender de nuestro error y mejorar como personas, es decir, como si de alquimia emocional se tratara, podremos obtener algo positivo de un hecho negativo. Machacándonos, el único resultado que obtendremos será el de minar nuestra autoestima y querernos cada vez menos, invadidos por una sensación de ser inadecuados. Y lo que es peor, estaremos tan ocupados castigándonos que ni aprenderemos.

Aprender a aceptar y positivizar el error

Y, ¿cómo dejo de machacarme y empiezo a responsabilizarme? Si bien no hay fórmulas mágicas, sí hay una condición imprescindible para poder pasar de lo uno a lo otro: aceptar que somos seres falibles. El error forma parte de nuestras vidas, nos hemos equivocado miles de veces y lo haremos miles de veces más, no hay nada intrínsecamente malo en ello, siempre que nos responsabilicemos y aprendamos de cada equivocación. El acto de machacarse suele ir acompañado con la no aceptación del error, lo que conlleva que si me equivoco debo ser castigado porque no es algo permitido. Si lo pensamos bien, si no toleramos el error ¿qué nos estamos autoexigiendo? Ser perfectos, algo que claramente no está a nuestro alcance. Lo que sí podemos exigirnos es aprender de nuestros errores y mejorar.

En resumen, acepta que eres imperfecto y que cometes errores, pero empieza a entenderlos no sólo como algo que forma parte de la vida, sino como una oportunidad. En vez de verlo como un agujero de dolor y reproche, es un trampolín a una conciencia mayor y una evolución de uno mismo a través del aprendizaje.

¿O acaso hemos olvidado el modus operandi de la ciencia: el ensayo/error?

¿Crees que habríamos llegado a colocar satélites en órbita o curar enfermedades a nivel genético si los científicos ante el error, en vez de aprender y evolucionar, se hubieran dedicado a castigarse y maldecirse?