Escrito por: Hermínia Gomà


Una de las desgracias de nuestra época es que, al querer deshacernos de los sentimientos de culpa injustificados, también relegamos al olvido muchos que eran justificados.
Louis de Bonald

En este artículo abordaré el sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa en nuestra sociedad, en nuestras familias, en nuestras organizaciones y en nosotros mismos.

La mayoría de nosotros hemos desarrollado nuestro carácter en un entorno donde el error, la distracción, la falta de atención, la ignorancia, e incluso el no cubrir las expectativas propias y ajenas, hacen que nos sintamos culpables. Donde esta culpa, para ser redimida exige arrepentimiento y perdón.

En nuestra sociedad aun perdura la creencia de que “la letra con sangre entra”, de que el castigo, la recriminación y hacer sentir culpable al otro son las mejores estrategias pedagógicas para conseguir que los demás cambien y aprendan. En el fondo estamos hablando de conseguir cambios motivados por el miedo a las consecuencias. Es una motivación que NO estimula valores como el compromiso, la responsabilidad ni la maduración personal.

Para mi hay otro enfoque más efectivo que está relacionado con identificar, aceptar, analizar, asumir la responsabilidad y buscar soluciones. Este enfoque pone el acento en asumir la responsabilidadno en buscar culpables. Este enfoque pone el acento en el valor de la superación personalno en la exigencia. Este enfoque pone el acento en la necesidad de reflexionar para aprendera tomar mejores decisiones, desde la adquisición de nuevos conocimientos en un entorno de apoyo y confianza. Este enfoque pone el acento en los valores.Valores como la responsabilidad, la integridad, la coherencia, la compasión, la esperanza, el amor y la confianza.

Cuando nos sentimos culpables el pensamiento que nos acompaña es del estilo: “he hecho algo malo”. En estos casos aparece “el Pepito Grillo” que todos llevamos dentro y nos recrimina: “No has hecho lo correcto, y lo sabes”. En el fondo hay DECEPCIÓN. Creemos que hemos decepcionado a alguien o nos hemos decepcionado a nosotros mismos. Cuando aparece este sentimiento, si no lo sabemos manejar, puede bloquearnos y aislarnos. Cuando conectamos con la culpa nos volvemos pasivos y eludimos nuestra responsabilidad. Cuestionamos nuestra valía y el derecho a amarnos y ser amados. Nos juzgamos y castigamos.

Una de las preguntas más “improductivas” que hacemos cuando algo ha salido mal es: ¿Quién ha sido? Y a continuación añadimos: “Van a rodar algunas cabezas…”. Podemos escuchar otras preguntas tan brillantes y productivas como la anterior: ¿De quién es la culpa?. Parece ser que cuando hemos identificado al culpable la situación se resuelve sola. En el momento que sabemos quien es el culpable lo juzgamos y castigamos, pero el problema sigue por resolver. ¿De dónde nace esta necesidad de identificar rápidamente al culpable? Del miedo a que alguien piense que la culpa es nuestra. Lo más importante es que el resto de personas sepan que YO no he sido. Identificar al otro como culpable, salva mi imagen ante los demás.

Es lamentable escuchar las excusas que dan ciertos directivos cuando un proyecto no sale bien. Lo primero que hacen es sacudirse de encima la culpa, traspasándola a alguien del equipo. Comentarios como: “no te puedes fiar de nadie…”, “si yo no estoy encima de ellos…”, “es que no se implican…”, “ya me encargaré yo de ese…”, “son unos incompetentes…”. En lugar de asumir la responsabilidad del proyecto, defender a su equipo y ser ágiles en la búsqueda de soluciones.
Hay personas que siempre buscan culpables fuerapara no asumir su propia responsabilidad y no son capaces de pedir disculpas por nada, a pesar de que todos a su alrededor hayan visto su error.

La culpa está vinculada a nuestros valores y expectativas. Cada uno de nosotros ha construido una imagen “ideal” de quien debería ser. Cuando nuestras acciones y decisiones nos alejan de ese ideal podemos llegar a autocastigarnos, culpabilizar a los demás eludiendo nuestra responsabilidad o autoengañarnosnegando lo ocurrido, para no conectar con el dolor que nos produce esta brecha entre quien somos y quien “deberíamos” ser. Ninguna de estas alternativas nos aportará la tranquilidad y confianza que necesitamos. Se trata de comprender que esta “imagen ideal”, es una aspiración, no un deber. Una aspiración que nos ayuda a superarnos, a mejorar y ser cada vez mejores personas, establecer interacciones más ricas y resultados más exitosos.

Hay personas que se quedan pegadas al sentimiento de culpa. El problema es que se entretienen dándole vueltas a los pensamientos que generan este sentimiento. Se ven a ellas mismas victimas de si mismaso de las circunstanciasy dan vueltas y vueltas al tema, lo que las lleva a maximizar enormemente la situación en lugar de afrontarla.

La culpa aparece cuando sentimos que “fallamos” ante los demás y ante nosotros mismos. Hacemos culpable al otro cuando creemos que ha “fallado” o cuando juzgamos a la persona en toda su identidad, en lugar de corregir la conducta y apoyar a la persona. Cuando nos centramos en la conducta, hablaremos de errores. Errores que aparecen cuando tomamos malas decisiones, ya sea por ignorancia, por desidia, por pereza, por descuido, por cansancio…Cualquiera de nosotros podemos equivocarnos y sentirnos culpables no mejora la situación. Si se ha cometido un error, si se han tomado decisiones equivocadas no se trata de buscar culpables, se trata de buscar soluciones. Soluciones que permitan obtener rápidamente los resultados esperados.

Hay directivos que piensan que si hacen sentir culpables a sus colaboradores estos aprenderán “la lección” y no “lo volverán a hacer”. Hipótesis totalmente improductiva como la experiencia ha demostrado reiteradamente. Hay directivos que manipulan a sus colaboradoreshaciéndoles sentir culpables y creen que movilizando esta emoción lograrán sus propósitos. De la misma manera que ciertos padres y madres manipulan a sus hijoshaciéndoles sentir culpables. Padres y madres que se sienten frustrados porque sus hijos no son como ellos querrían, ni hacen lo que ellos esperan. Con sus preguntas y comentarios culpabilizadores buscan el cambio, pretende que sus hijos aprendan. No son conscientes de que cuando hacemos que alguien se sienta culpable, éste conectará con el miedo y su neocortex se anestesiará. Si no pueden tener su mente abierta, ya que está ocupada protegiéndose, cualquier “lección” que pretendan transmitir no se registrará en la mente de sus hijos.

Pero no siempre se ha cometido una falta y aún así nace la culpa. Hay personas que se sienten culpables por no satisfacer las “exigencias” de otros. Personas que tienen grabada en su mente la creencia de que han de complacer a los demás. Personas tremendamente exigentes con ellas mismas que cuando no “cumplen” dichas expectativas, por cierto bastante irreales, se sienten culpables con ellas mismas. Personas que no pueden “perdonarse” el haber, supuestamente, fallado. Personas que consideran que para ser “válidas” han de ser “perfectas” en todo y para todos.

Hay personas que se sienten culpables por todo, a pesar de que no han intervenido en aquel suceso. Personas que ante cualquier comentario que hace alguien no pueden dejar de sentirse culpables. Imagínate que el director de tu departamento te pide que te quedes un par de horas más para ayudar en un proyecto determinado. Ese día habías organizado tu agenda para hacer algo para ti. Dices que hoy no puedes, pero empiezas a sentirte culpable: “Tendría que haber dicho que me quedaba”, “van a pensar que no me comprometo”, “estoy fallando a mis compañeros”, no van a contar conmigo… Este tipo de pensamiento suele ir acompañado de frases como: “No debería, debería…”

Encontramos este sentimiento de culpa en padres y madres por no saber dialogar con sus hijos, por no tener tiempo para ellos, por no tener ganas de jugar con ellos, por no poderles acompañar

Encontramos este sentimiento de culpa en empresarios y directivos por dedicar demasiado tiempo a su empresa y poco a su familia, por no lograr sus objetivos, por no haber diversificado sus inversiones, por tener que despedir a sus colaboradores, porque han de bajar ciertos estándares para ser más competitivos, por estar de mal humor, por no saber decir que no, por haber desaprovechado esa oportunidad…

Si realmente queremos que nuestros colaboradores, nuestros hijos, los demás sean conscientes de las consecuencias que tienen sus acciones, el dialogo será la mejor herramienta de intervención. El dialogo facilita que el otro se haga responsable de sus actos y pueda rectificar. El diálogo facilita la toma de consciencia de lo que hemos hecho y de sus repercusiones en nosotros o en los demás.

¿Qué hacer con la culpa?

¿En algún momento de tu vida te has sentido culpable de algo? Probablemente la respuesta sea afirmativa. ¿Quien no ha caminado en algún momento de su vida por el sendero de la culpa? La culpa es una emoción difícil de calibrar. Es una emoción que aparece en determinadas situaciones: cuando tomamos una decisión errónea y que tiene (o puede tener) consecuencias negativas (para nosotros mismos o para las otras personas) y además hemos transgredido un valor importante para nosotros (compromiso, honestidad, integridad, confianza, generosidad,…).

En las relaciones familiares es frecuente encontrar la culpa. Padres que hacen sentir culpables a sus hijos, hijos que recriminan a sus padres y parejas que se atribuyen la culpa mutuamente. Algunas personas atribuyen a los demás la culpa de todo su malestar. Incluso siendo cierto, llega un momento en que las personas debemos aprender a cerrar las heridas del pasado mediante el perdón. Cuando atribuimos nuestros males a otros nos victimizamos, no tomamos el control de nuestras vidas. El perdón, que nace de la aceptación y de hacer las paces con nosotros mismos y con los demás, nos libera del pasado y nos permite seguir adelante con nuestras vidas.

En otros casos conectar con la humildad puede ayudarnos a superar el sentimiento de culpa. Esta humildad implica reconocer que no somos perfectos y de que aun nos quedan muchas cosas por aprender. Acepto que soy imperfecto y dejo de castigarme por no haber hecho lo correcto. Busco como paliar la situación o como compensar a quien haya herido. Desde esta humildad puedo identificar qué me ha impedido hacer lo correcto. Acepto que puedo equivocarme.Rectifico mi actuación. Aprendo.

Requisitos para elaborar el sentimiento de culpa

  • Identificar nuestro error, cuestionarnos lo que hacemos y como lo hacemos nos permite mejorar nuestro desarrollo personal.
  • Identificar exactamente la conducta y los pensamientos que hacen que aparezca el sentimiento de culpa nos permite cambiar estos pensamientos y por ende nuestros sentimientos
  • Reflexionar sobre lo que nos ha llevado a tomar la decisión errónea, sin decepcionarnos, nos permite conocernos y saber que tenemos más opciones a la hora de decidir en futuras ocasiones.
  • Hacernos responsables de las consecuencias nos permite salir del victimismo y buscar soluciones. Si éstas afectan a los demás, pedirles perdón y compensarles.
  • Perdonarnos a nosotros mismos para llegar a ser la persona que queremos ser.
  • Desde el perdón a nosotros mismos podremos perdonar a los demás ya que muchas veces no podemos perdonar a los demás porque no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos. Culpar a los demás es un reflejo de nuestras propias culpas.

¿Cómo podemos llegar al perdón?

Al conectar con nuestro sentimiento de culpa, analizamos nuestra manera de pensar. Cuando me siento culpable mis pensamientos pueden ser del tipo: “Siempre me equivoco”, “no quería hacerlo”, “que van a pensar de mi” “soy una mala persona”, “soy un egoísta”, “no tengo en cuenta a los demás”, etc…

Reviso mis pensamientos y cuestiono si estas afirmaciones son ciertas. Realmente ¿qué me ha impulsado a hacer lo que he hecho?, en el fondo, ¿de qué tenía miedo? ¿De qué no he sido totalmente consciente? ¿Soy una mala persona o quizás me he equivocado?

Cuando he analizado y cuestionado mis creencias lanzo mi mirada al futuro, ¿cómo me quiero sentir a partir de ahora? ¿Qué quiero perdonar? ¿Para qué quiero perdonar? ¿Cómo puedo quererme mejor? ¿Qué puedo hacer para perdonarme a mi mismo? ¿Qué pasará cuando me haya perdonado? ¿Qué sucederá cuando dialogue con la persona a la que he agraviado?

A continuación me despediré de mi culpa. Este sentimiento me ha ayudado a tomar consciencia de mis errores y me acerca a la persona responsable que soy y quiero ser. Le doy las graciasy me despido de él.Desde el perdón y el amor a mi mismo me reconcilio con este pasado, para vivir consciente y plenamente mi presente y mi futuro.

Hermínia Gomà
26 de noviembre 2010