Escrito por: Miguel de Molina
Vivimos en el mundo 2.0, la era de internet y las redes sociales, de las videoconferencias y el término smart asociado a cualquier consumible tecnológico, el tiempo de lo virtual y lo instantáneo. Internet y las redes sociales han supuesto toda una revolución en nuestras vidas, permitiéndonos hacer cosas con las que hace unos años tan sólo soñábamos, como tener contacto en tiempo real en cualquier momento con personas al otro lado del planeta o acceder a una fuente de información casi infinita.
Pero con este avance (y como siempre ha sucedido en la historia ante otros grandes cambios de paradigma) se abren paso nuevas formas de vivir y relacionarse, y también nuevas problemáticas.
Tanto es así que poco a poco hemos ido asimilando un estilo de vida que, más a menudo de lo que nos gustaría, provoca tensiones en nuestro entorno familiar, altera nuestros ciclos de descanso o nos aísla de nuestros círculos sociales u otras aficiones y quehaceres de naturaleza más analógica. Pero, ¿cómo saber si uno abusa de internet en un mundo entregado al uso compulsivo de las redes, al chequeo y la actualización continua, al enganche inevitable con la pantalla?
Cierto es que nuestro día a día se encuentra plagado de rutinas y servidumbre varias que implican el uso de las nuevas tecnologías, desde el móvil al ordenador o el coche, desde los mails del trabajo a los grupos de WhatsApp del colegio de los niños, de los trabajos del colegio a la localización de los niños, del ocio audiovisual al intercambio social,… y así un interminable etcétera, que dificulta desconectar de las dichosas pantallas.
Porque tal vez la mayor virtud de las nuevas tecnologías es su mayor riesgo: su versatilidad… virtual. Y es que contamos con una tecnología tan avanzada y adaptada a nuestras necesidades que podemos hacer prácticamente todo de modo digital. Pero no es lo mismo hacer un Skype que ver a alguien cara a cara, ni leer un ebook que oler y pasar las páginas de un libro, un like nunca calará como un abrazo ni jamás un video podrá sustituir a una experiencia. Sería deseable que lográramos dar a la tecnología en general (e internet y las redes sociales en particular) su lugar como un apoyo para las personas, un medio para lograr ir más allá, pero no un sustitutivo de nada, ni un refugio, ni un consuelo emocional.
Si podemos hacer algo en el mundo real, mejor que en el virtual.
De entrada, te recomiendo que te hagas estas preguntas:
Si la respuesta a varias de estas preguntas es afirmativa sería interesante que te plantearas de qué manera todo esto está afectando a tu vida. ¿Realmente controlas cómo utilizas internet y las redes sociales o ellas te controlan a ti?
La buena noticia es que, si crees que has perdido el control sobre tu uso de internet y las redes, existen maneras de ayudarte para que puedas recuperar tu capacidad de decisión y vuelvas a hacer un uso de esta maravillosa tecnología para potenciar tu vida y no limitarla.
Si tienes cualquier duda o comentario escríbeme a mdemolina@institutgoma.cat
Estaré encantado de atenderte.
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