
Hace un año me llamó una amiga, a la que llamaré Angie. Estaba desconsolada. Cuando me explicaba lo ocurrido apenas la entendía, tal era su desolación. Su marido, al inicio de las vacaciones de Pascua, le había dicho que quería separarse. Angie y su marido eran una de aquellas parejas envidiables, parecían muy felices. Mi amiga estaba tremendamente afectada. Su dolor y estupefacción eran enormes. Me ofrecí a encontrarme con ella. ¿Cómo consolar a quien acaban de dar una notícia como ésta? Lo que más le dolía es que su marido le dijo que en verdad nunca la había amado. Este sentimiento de irrealidad, de haber estado viviendo una mentira, convertía su historia en un fracaso de vida. No sólo había perdido un futuro compartido, es que dudaba de su pasado.
Probablemente, esta historia no te sea del todo desconocida. ¿Has vivido una situación parecida a la de mi amiga? De pronto tu vida da un giro inesperado y te encuentras sumergida en un dolor oscuro, viviendo con incredulidad tu presente, desprovisto de futuro. Por un lado sientes que el mundo ha dejado de girar, que estás desorientada y que en tu alma hay un vacío enorme. ¿Existe algún remedio para estas situaciones? ¿Hay alguna pócima mágica para cambiar el rumbo de los acontecimientos? ¿Cómo mitigar el sufrimiento?
Esta semana, en una celebración, volví a coincidir con mi amiga y su historia la he conectado a la película “Bajo el sol de la Toscana”, protagonizada por Diane Lane y dirigida por Audrey Wells. Frances, la protagonista, una mujer de 35 años, casada, vive una vida cómoda y aposentada. De profesión escritora se había conformado con ser crítica literaria. Desde la zona de confort en la que vivía no se atrevía a ser ella misma y escribir su propio libro. Este mundo de conformismo durará hasta que descubre que su matrimonio se ha acabado. Es ahora cuando realmente empieza el desarrollo argumental de la película. La historia de una mujer que se enfrenta a una nueva etapa de su vida, a un renacer. Como espectadores podemos acompañarla en esta etapa de transición, en la que pasará por distintas fases para llegar a descubrirse a si misma y volver a ser feliz.
Como Frances, mi amiga Angie hace un año me preguntó cómo podría superarlo, como dar sentido a lo que estaba experimentando. Para ayudar a Angie a aliviar su dolor le recomendé el libro El shock sentimental, como superarlo y recuperar la capacidad de amar, de Stephen Gullo y Connie Church (1988) y la animé a leerlo. La vigencia de este libro continúa siendo clave para afrontar exitosamente esta etapa de transición. En él se describen las distintas fases que se suceden a lo largo de este proceso. Un proceso de curación y aprendizaje para volver a amar y aprender de esa ruptura. Ser nosotras y expresar nuestros sentimientos más profundos es arriesgado y más, cuando te han traicionado, cuando te han hecho dudar de lo que viviste anteriormente.
Gullo y Church, subrayan: “Por doloroso que sea, el shock sentimental es un fenómeno normal con un curso previsible de síntomas, fases y acontecimientos para los que existe un principio y un fin”. Precisamente el saber que hay fases que deberán superarse, saber que son naturales, que lo que te ocurre es previsible aporta una cierta tranquilidad y confianza, saber que hay un final, y que realmente has iniciado el proceso de curación, genera la esperanza necesaria para seguir delante de manera constructiva. Saber que la intensidad del dolor disminuirá y que en cada etapa por la que transitarás irás llenando ese vacío que sientes en tu interior te permitirá vislumbrar la luz al final del túnel oscuro en el que te encuentras.
Gullo y Church, hablan de 6 etapas: Shock, pena, adjudicación de la culpa, resignación, reconstrucción y resolución. La transición por cada una de estas etapas requerirá distintos tiempos y modos de afrontamiento para cada persona.
Ya ha pasado un año desde que mi amiga Angie entró en este proceso de transición, leyó el libro y decidió seguir avanzando con su vida, superar estas etapas y reinventarse otra vez. Estas vacaciones de Pascua volvimos a reencontramos para una celebración. Supe que el proceso de transición había finalizado exitosamente cuando al preguntarle que había aprendido, su rostro se iluminó con una cálida sonrisa y su mirada era un claro reflejo de agradecimiento por lo vivido, serenidad por lo que está viviendo e ilusión por lo que va a vivir.
Llegar a la etapa de resolución le ha llevado prácticamente un año y puedo afirmar que no ha sido fácil para ella, que se ha enfrentado a sus miedos, ha consolado su tristeza y ha decidido vivir esta experiencia como una ganancia, aprovechando esta oportunidad que le ha dado la vida para tomar mayor consciencia de quién es y de cómo quiere vivir su vida. Ahora es una Angie más fuerte, más atractiva, más segura de sí misma, más autentica y más sabia. Una Angie llena de proyectos que la hacen vibrar. Una Angie abierta a la posibilidad de volver a amar.
La duración de cada proceso depende de muchos factores, el tiempo que haya durado la relación, la edad de las personas, si tienen hijos en común, la personalidad, el carácter, su nivel de madurez, la capacidad para regular sus emociones, el nivel de dependencia, las posibles alternativas y un sinfín de elementos que influirán de manera muy significativa en la duración del proceso. No hay un tiempo prescrito, pero si consideras que ha pasado demasiado tiempo y sola no lo puedes superar, buscar ayuda profesional podría ser una buena alternativa.
Querría aprovechar este artículo para felicitar a todas la Angies de este mundo que han afrontado, crecido y aprendido de esta experiencia de vida y a todas las Angies que estaís en alguna de las etapas de transición, ofreceros todo mi apoyo. Quiero deciros que llegará el día en que lo superaréis, la vida tiene muchas sorpresas que brindaros. En algunas ocasiones necesitamos ayuda profesional para lograr superar esta situación y aprender de ella.
Sólo necesitas volver a confiar en ti misma y conectar de nuevo con tu propia esencia.
Hermínia Gomà© Copyright DotLife WordPress theme All rights reserved.