Escrito por: Hermínia Gomà
“El ser humano no puede vivir sin poseer una confianza duradera
en que hay algo indestructible en sí mismo,
por lo que tanto lo indestructible como la confianza
pueden permanecer ocultos para él de manera duradera”.
Franz Kafka
¿Alguna vez te han decepcionado? ¿Has decepcionado a alguien? ¿Te has decepcionado a ti mismo? Todas las personas, en algún momento de nuestra vida hemos experimentado esta dolorosa sensación. Cuando nos sentimos decepcionados perdemos temporalmente la confianza, ya sea en nosotros mismos, en el otro o incluso en la vida. Es como si nos hubieran engañado, cuando realmente nadie nos ha engañado, nadie nos había prometido nada, simplemente habíamos hecho suposiciones o generado expectativas irreales. Nuestra fantasía de lo que “debería ser” se ve confrontada con los hechos, la realidad y surge el sentimiento de decepción.
La decepción es un sentimiento de insatisfacción que emerge cuando no se cumplen nuestras expectativas sobre un deseo o una persona, sobre todo cuando no se había contemplado la posibilidad de que fuera diferente a lo esperado. La decepción conlleva asimismo una fuerte percepción de pérdida. Es una fuente de estrés psicológico. La decepción nace de la frustración ante expectativas irreales y también de una necesidad de control y previsibilidad que al no verse confirmadas nos superan.
Recuerdo claramente mi primera decepción, que probablemente pueda compartir con alguno de vosotros: el día que supe que los Reyes Magos eran mis padres. No fue una desilusión a pesar de llorar lo indecible durante mucho tiempo, realmente fue una decepción. Me parecía imposible que una “verdad” que formaba parte integrante de mi mundo, que era incuestionable, se tambaleara de tal manera. Durante un tiempo permanecí desorientada y me sentí insegura y enfadada por haber descubierto que lo que yo creía una verdad no lo era. Jamás me enfadé con mis padres por haberme hecho creer una “mentira”. Al contrario, siempre agradeceré a mi madre la ilusión que me inspiraba ese día y que sigo manteniendo cada año. Me dolió profundamente que esa “verdad” que yo creía poseer, no fuera así, que la verdad fuera otra. Lo podría comparar al sentimiento de “pérdida de la inocencia”. La sensación física que experimenté fue como si me hubieran arrancado algo de mi interior, algo que me pertenecía. Con los años prendí que la desilusión y la decepción son dos cosas distintas. Y que las estructuras sobre las que se basa la decepción son profundas y arraigadas.
En mi práctica como coach y como psicoterapeuta he escuchado a muchas personas expresar su dolor por decepciones pasadas que no habían sabido integrar en su vida y que seguían determinando su manera de relacionarse con ellas mismas o con los demás. Recuerdo el caso de una mujer adulta que a los 20 años supo que había sido adoptada. Su decepción fue enorme, el impacto, el shock que experimentó le produjo un gran dolor . A lo largo del proceso pude acompañar a esta persona a reelaborar su “verdad” y regular las emociones dolorosas. Se abrió emocionalmente con las personas que amaba y logró enfocar su vida de una manera más madura. Cuando finalizamos el proceso dijo algo muy importante: “gracias a esta experiencia he crecido como persona y me relaciono mejor con los demás y conmigo misma”.
¿Qué nos ocurre cuando nos decepcionamos? Qué reaccionamos de manera inmadura. Nos enfadamos o nos encerramos en nosotros mismos, nos sentimos inseguros, traicionados y dolidos. Desde esta decepción confirmamos que no podemos confiar, ni en el otro, ni en la vida, ni lamentablemente en nosotros mismos. No sólo conectamos con el miedo, también con la rabia, la frustración y la impotencia, lo que nos lleva a sentirnos desprotegidos, solos o abandonados.
DECEPCIÓN = EXPECTATIVAS FRUSTRADAS + SORPRESA (shock) + RABIA + TRISTEZA
Cuando alguien que nos decepciona cambiamos la imagen que habíamos construido de esa persona, quizá la habíamos idealizado y se derrumba el pedestal en que la habíamos colocado. En ciertos casos puede llevar a la ruptura de la relación con esa persona, ya sea la pareja, nuestros padres, hijos, socios… Para evitar el dolor de una nueva decepción decidimos alejarnos, no volver a confiar en el otro manteniendo una relación superficial o traspasar al otro la responsabilidad de nuestra decepción… Probablemente no sean estas las mejores soluciones para afrontar la situación ni las que nos devuelvan la paz interior.
¿Cómo regular este sentimiento cuando nos sentimos tan confundidos? Vivir una decepción conlleva afrontar otros sentimientos dolorosos como el miedo, la frustración o la tristeza que una vez identificados y regulados promueven nuestro autoconocimiento y crecimiento emocional. ¿Qué hemos podido aprender de nuestras decepciones? Si nuestra conclusión es que no podemos confiar en nada ni en nadie no hemos aprendido nada. Suerte que la vida, siempre tan generosa ella, nos ofrecerá nuevas oportunidades para sentirnos decepcionados y de ello aprender. Y hasta que no aprendamos seguiremos viviendo una decepción tras otra de manera dolorosa.
¿Qué es lo que a ti te decepciona? ¿Que los demás no sean, hagan, piensen o sientan como tú? ¿Qué las cosas no sean como tú esperabas? ¿Qué habiendo dado tanto en una relación no te correspondan? Cuando paramos y reflexionamos sobre nuestras decepciones somos capaces de hallar un hilo conductor en todas ellas. Cuando lo encontramos podemos definir el cambio a realizar y en lugar de columpiarnos en el dolor de la decepción decidimos valientemente revisar nuestras creencias y expectativas para seguir avanzando en nuestro liderazgo personal.
El aprendizaje de vida de la mayoría de personas recae en un aspecto fundamental: LA CONFIANZA MADURA
Confiar de manera madura implica aceptar que no poseemos la verdad, que no tenemos el control sobre casi nada, y que no dependemos de los demás para ser felices.
Cuando hablamos de confianza madura la decepción no es una opción
Cuando no conectamos con esta confianza nos vamos llenando de resentimiento, heridas, dudas, malestar, dolor, acritud, amargura, soledad y aislamiento, llegando a convencernos de que nuestra vida es insoportable e infeliz. No nos damos cuenta de que estas experiencias no resueltas se almacenan e impactan en nuestras decisiones futuras.
¿Cuánto confío? ¿En qué confío? En general podríamos decir que esta confianza madura se alcanza cuando conectamos con el amor y la compasión en lugar de conectar con el miedo. Por ejemplo, amarnos en lugar de criticarnos, conectar con la alegría como actitud de vida y no con la desesperanza, mantener relaciones sinceras y profundas con las personas que amamos en lugar de que éstas sean superficiales, afrontar el futuro con la mente abierta o aceptar la realidad para poder realizar cambios positivos. La confianza madura es una íntima experiencia que nos hace sentir conectados con quien realmente somos. Confiar de manera madura es una elección e implica una actitud de abertura y de continuo aprendizaje.
“Las personas se dividen en dos:
las que llevan un sí o las que llevan un no escrito en su interior.
Y eso lo determina todo. Lo importante es que se puede cambiar”.
Martin Seligman
¿Para qué hemos de confiar de manera madura?
• Para ser más honestos con nosotros mismos y revisar nuestras creencias y entender su intención y finalidad.
• Para mostrarnos tal como somos, sin fingimientos ni autoengaños, con franqueza y transparencia lo que posibilitará vínculos reales y una comunicación auténtica.
• Para no temer arriesgarnos ni exponernos.
• Para no romper la convivencia que precisa de la mutua confianza.
• Para fundamentar el liderazgo personal y profesional.
La confianza inmadura depende de cómo nos ha tratado la vida, de que los demás nos traten como creemos que deberían tratarnos, de que el otro cumpla nuestras expectativas. Esta confianza se fundamenta en el otro, es externa y nos debilita. La confianza madura conlleva un nuevo paradigma, relacionarnos con la vida, con nosotros mismos y con los demás sabiendo que no siempre será como nos gustaría, ni como creemos que es correcto y justo; significa relacionarnos con nuestros sentimientos dolorosos y con experiencias decepcionantes, dotándolas de sentido para que nos ayuden a liberarnos de un estadio inmaduro de idealizaciones falsas.
El primer paso en estos casos es identificar y comprender lo que estamos sintiendo. El segundo paso es aceptar que ese sentimiento no somos nosotros y que lo que en ese momento pensamos tampoco somos nosotros. A partir de aquí podremos aprender de esa decepción en lugar de alimentar nuestra desconfianza. De este aprendizaje surge la fuerza para confiar en nosotros, en las demás personas y en la vida en general. Desde la persona sabía, amable y bondadosa que mora en nuestro interior podemos ayudarnos a nosotros mismos a alejarnos de las falsas expectativas, el pesimismo, el miedo y el dolor para llegar a liderar responsablemente nuestras vidas, aprovechando la decepción como una oportunidad de aprendizaje, autoconocimiento, crecimiento y madurez.
Esta confianza madura es un sentimiento que surge cuando tenemos la seguridad, la certeza de podernos abrir al autoconocimiento sabiendo que no nos vamos a decepcionar. Por mucho que sea nuestro potencial no lo desarrollaremos sí creemos que no lo podemos hacer. Para el abogado Orion Swett Marden (1850-1924), autor de Los caminos del amor, la falta de confianza en uno mismo tiene relación con la creencia de que “lo de los demás es demasiado bueno para mí”. Esta creencia conlleva una actitud de menosprecio que impide a estas personas alcanzar sus objetivos, lo que sería factible si confiaran en sus cualidades y talentos. “Que ni la opinión de la gente ni los rigores de la adversidad quebranten nuestra confianza”. Marden (1921). Confiar en nosotros mismos posibilita estar seguros de poder establecer y alcanzar nuestros objetivos, de que seremos fieles a nuestros compromisos y que haremos lo que hemos decidido que haríamos. Esta confianza crece cuando tenemos un propósito claro que surge del corazón.
“La confianza en uno mismo es el primer secreto para tener éxito…
Es la esencia del heroísmo”.
Ralph Waldo Emerson
Cuando desarrollamos esta confianza madura la decepción no es una opción y nos podemos relacionar mucho mejor con nosotros mismos y con las demás personas de nuestra vida, nuestra pareja, hijos, padres, amistades, compañeros de trabajo, clientes, etc.
Hermínia Gomà Quintillà
Barcelona
10 enero 2015
Bibliografía recomendada
Kafka, F. Aforismos, visiones y sueños. Aforismo no. 50.
Seligman, M. E. (2002). La auténtica felicidad. Ediciones B. Barcelona
Krishnananda y Amana. (2006). De la confianza ficticia a la confianza real. Gulaab. Madrid
Creo en las personas y en su enorme capacidad de aprendizaje. Trabajo con ellas desde sus fortalezas y capacidades para que puedan liderar sus vidas y lograr aquellos objetivos que se propongan.
Disfruto haciendo escuela y formando parte de un equipo de profesionales a los que admiro y de los que aprendo cada día. Cuando converso con un paciente, cliente o alumno pongo a su servicio mi intuición, mis conocimientos y experiencias y también mi escucha y comprensión.
Como bien sabemos, las expectativas son algo complicadas de frenar. Nos ilusionamos e imaginamos el escenario que mejor nos haría sentir. “Todos me felicitarán para mi cumpleaños.” Mi amigo me compensará en el futuro esto que he hecho por él.” “Conozco a mi novio, después de este comportamiento suyo vendrá a disculparse.” Eso es lo que espero.
Pero no esta cerca de la realidad muchas veces. Es parte de la madurez como persona entender que las personas y situaciones no actuarán siempre de la manera que nuestro a veces egoico pensamiento querría. El mundo gira, y no es alrededor de nadie aunque tu mundo interior sea tan enorme y tu te percibas en el centro.
En una conferencia que dio el escritor, periodista y creador de varios masters de desarrollo personal, Borja Vilaseca en la UAB en el 2016, pone un ejemplo curioso, real y muy habitual… Comenta que estaba en casa de una amiga suya, y el hijo pequeñito de esta caminaba torpemente por ahí. El niño se golpea contra una mesa y rompe a llorar. La madre lo cogió en brazos para consolarlo rápidamente. “¡Mesa mala!” decía la madre mientras pegaba simbólicamente a la mesa. El niño entendió que la responsabilidad no era suya, eso estaba en su camino y él no había hecho nada para merecerlo. Responsabilidad cero, la mesa es terrible.
¿Qué mensaje estamos mandando a los críos/as desde tan pequeños? Que el locus de control es totalmente externo. Si se mira así, todo van a ser decepciones en esta vida; la gente no parará de “fallarte”, tu no tienes responsabilidad emocional, tienen que servirte en tu bienestar y cumplir tus expectativas aún sin pedirlo.
No tienes el control de todo, por no decir que no tienes gran parte de él. Pero del que si eres responsable es de lo que tú esperas, de cómo gestionas el devenir de las situaciones, cómo te las tomas e interpretas y qué aprendes de todo esto.
Quizás el ejemplo se va un poco de la línea del artículo y toca más un tema de responsabilidad de las propias decisiones en el mundo, pero me parece interesante ligar la responsabilidad con la decepción ya que solemos decepcionarnos con el resto como si en algún momento se hubieran comprometido a cumplir nuestras expectativas por muy sanas que sean. La gente e incluso tu, te van/s a decepcionar, pero todo eso surge de comparar un hecho con una idea previa que tenías, y esa idea, en tanto que cultivada y fomentada por ti, es responsabilidad tuya.
Este artículo me ha hecho reflexionar mucho. Me he sentido muy identificada con la decepción que describe Hermínia que tubo al enterarme que los reyes son los padres.
Me gusta esta diferenciación entre confianza inmadura y confianza madura. Y creo muy acertada la definición de DECEPCIÓN = EXPECTATIVAS FRUSTRADAS + SORPRESA (shock) + RABIA + TRISTEZA. Si podemos ver estas emociones, aceptarlas y tener la madurez suficiente como para no identificarnos con estas, podremos mantener una confianza real en los demás, la vida y nosotros mismos. En realidad creo que es muy difícil vivir sin expectativas. Inevitablemente siempre nos acabamos generando una idea de una persona o de una situación, incluso de nosotros mismos. Creo que el trabajo real reside en lidiar con el apego que generamos a estas expectativas. En ser capaces de desarrollar una flexibilidad para amoldarnos a las cosas nuevas que vengan, aún que sean “peores” de lo que habíamos imaginado o no las esperábamos así.
Me ha resultado muy interesante el concepto de confianza madura como la clave para afrontar los cambios aceptando que las cosas son como son y no como nos gustarían que fuesen. Entiendo que la confianza madura es la decisión de seguir confiando sabiendo que mis expectativas son mías. Es un acto de responsabilidad hacia uno mismo ya que sólo depende de cada uno.
Este artículo me ha hecho reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos sobre nuestro propio bienestar.
DECEPCIÓN = EXPECTATIVAS FRUSTRADAS + SORPRESA (shock) + RABIA + TRISTEZA.
Que buen esquema para resumir lo que todos nosotros hemos sentido alguna vez al estar decepcionados.
La decepción viene de cuando esas expectativas sobre algo no se cumplen o se cumplen pero no de la manera que esperabamos. ¿Y que hace el ser humano ante una situación asi? Enfadarse como si fueramos un niño pequeño sin los caramelos que le prometieron. Cambiar de paradigma, de visión, traducir ese malestar en sentimienotos fructiferos de los que podemos aprender, potenciar esa confianza madura de la que Hermínia nos habla en el articulo y de la que deberiamos trabajar todos.
Aún recuerdo aquella sensación de vacío después de su partida. Llevábamos unas semanas en un pueblo perdido en medio de Tailandia. Apenas nos conocíamos, pero estábamos bien el uno con el otro. Recuerdo como esa mañana me llevó a mi hostal y se despidió. No recuerdo que me dijera nada de que se iba a Malasia. Recuerdo al cabo de unas horas irlo a buscar al hostal y preguntar por él. Ya se había marchado, sin despedirse. Se me cayó el mundo encima. ¿Qué hacía con todo ese dolor que no me cabía en el cuerpo? No sabía dónde meterme ni dónde encajar aquella realidad. Vivíamos en continentes destinos y yo en menos de un mes volvía a la universidad; la probabilidad de reencuentro próximo era nulo. No cumplió mis expectativas y me decepcionó. Recuerdo haber conectado profundamente con la impotencia, como si me hubieran privado de mi necesidad de expresión (identificación y comprensión de lo que sentía).
Sentí profundamente esa pérdida, ese Adiós, hasta siempre. Me hubiera gustado despedirme, un “sé muy feliz y te deseo lo mejor- cara a cara”, pero ni él ni el destino me brindaron esa oportunidad. Esta decepción me hizo mucho daño y me duró unas cuantas semanas, hasta que me “olvidé”.
Me acuerdo que al cabo de unos meses le escribí. Le expliqué cómo me había sentido y que me había decepcionado. Que durante una semana le entregué mi alma, y que repudiaba la idea de que se hubiera ido sin más; que no le encontraba una razón lógica. Recuerdo haberle enviado aquél mensaje y sentir libertad (tuve la suficiente confianza en mí misma como para enviarle el mensaje y considerar la creencia de que me merecía algo mejor sin importar qué pensara él). Aprendí a expresarme, a hablar en voz alta y a escucharme. Me contestó el mensaje y me dio sus justificaciones, las cuales, agradecí. Siento que en esta experiencia en particular aprendí qué significa la idealización. La diferencia entre la relación humano-humano y Dios-humano. Desde ese punto, sané esa decepción.
Es un aprendizaje constante. Continuamente van a haber hechos, personas, circunstancias que no van a superar nuestras expectativas y que nos van a acabar por decepcionar.
Por ejemplo, hoy me he sentido desilusionada al ver como mi padre no cumplía una expectativa que yo misma había creado al repetirse ese mismo comportamiento durante esta semana. La cuestión es que hoy no ha actuado como yo quería y me esperaba. Hoy mismo, hace unas horas, he sentido mucha rabia y frustración; tantas que tenia ganas de aplastarle el mando en la cara. Pero en vez de ello; me he ido a la habitación y me he puesto a hacer ejercicio. He transformado esa rabia en energía que podía salir del cuerpo y ayudarme a destensar todo lo que estaba sintiendo. En otro momento hubiera hecho un drama para que acabase cumpliendo mis expectativas; en cierta manera con un trasfondo de manipulación. Supongo que la reflexión del otro día me ha hecho actuar de una forma más emocionalmente madura (“confianza madura”).
Poco a poco aprender a gestionar mejor esos ataques intensos cuando los demás nos decepcionan y nos lo tomamos a traición…ese es el aprendizaje; ese es el punto de mira y lo realmente modificable. Cómo actuen los otros, no depende de mí. Ese choche expectativa-realidad es lo verdaderamente importante…cuan capaz soy de expresar mis necesidades al mismo tiempo que respeto las de los otros, así como el derecho que tienen de equivocarse o a no cumplir mis expectativas o fantasías.
Gracias por el artículo, muy interesante!
La primera cuestión que me gustaría destacar con respecto a este post gira en torno a las expectativas. Es de fundamental importancia generar expectativas sinceras, reales y que puedan ser afrontadas por nosotros mismos. El problema radica a cuando esto no sucede. Cuando generamos expectativas sobre nosotros mismos, sobre los demás, sobre una situación poco realistas que lo único que generan es frustración. ¿Por qué generamos expectativas irrealistas? ¿por qué intentamos ir más allá? ¿por qué nos proponemos más de lo que podemos conseguir? ¿es por falta de autoconocimiento? Considero que a veces intentamos que las cosas sean como nos gustaría aun sabiendo que eso no va a suceder. Intentamos mantener lo que creemos que es nuestra verdad aunque verdaderamente esta no sea así. Provocando frustración, sorpresa, sentimientos de rabia y de tristeza en nosotros mismos.
Este artículo me ha hecho pensar directamente en las expectativas. Al final no podemos controlar aquello que las personas de nuestro alrededor hagan, entonces tampoco podemos proyectar expectativas sobre ellos. Creo que la clave estaría en centrarnos en nosotros mismos y hacer lo que esté en nuestras manos para conseguir aquello que queremos, con unas expectativas realistas y perseverar en ello. Las decepciones son fruto,entre otras cosas, de que no suceda aquello que habíamos imaginado, entonces también se debería trabajar en este aspecto y preguntarnos si estamos siendo sinceros con nosotros mismos o si estamos siendo poco realistas.
¿Qué es lo que a mi me decepciona? La pregunta me ha hecho pensar en diferentes situaciones de mi vida dónde me he sentido decepcionada. Finalmente, he visto que todas tenian un punto en común, que no casualmente tiene relación con las cuestiones que plantea Herminia: cuando me he sentido decepcionada, ha sido porque alguien no ha actuado de la forma que yo consideraba que debia actuar, que las cosas no han salido como yo esperaba. Entonces me he parado a pensar: ¿Quién dice que todo el mundo tiene que pensar como tú? Pues la percepcion que yo tengo del mundo no és necesariamente la que tiene el resto de la gente. Como dice Herminia, cuando paramos y reflexionamos sobre nuestras decepciones somos capaces de hallar un hilo conductor en todas ellas, y éste es mi hilo conductor. Es por eso que me he dado cuenta de la necesidad de revisar mis creencias y expectativas sobre otras personas para finalmente conseguir transformar mi decepción en confianza, en una confianza madura. Tengo que aceptar, pues, que no poseo la verdad, que no tengo el control sobre casi nada y que no dependo de los demás para ser feliz.
“Sobre todo cuando no se había conemplado la posibilidad de que fuera diferente a lo esperado” per mi aquesta frase defineix a la prefecció el que seria setnir decepció. Quan les teves expectatives són rígides i sense possibilitat d’adaptar-se i són esclafades. La sensació de dolor i de pèrdua s’assimilen al dol.
Potser la decepció sembla un procés una mica infantil, perquè sembla que ens agafi alguna rabieta o reaccions similars, però em sembla una reacció necessària, ja que, la persona es protegeix del canvi i després es dóna temps per assimilar-lo. Des del meu punt de vista, el temps que es trigui a gestionar la sorpresa, denotarà el nivell de maduresa de la persona.
També m’ha semblat interessant de l’article, que et proposa revisar de les decepcions viscudes, per tal, de detectar el fil conductor que les uneix i així poder revisar les creences o automatismes que marquen els nostres valors. I poder prendre consciència del que hem de gestionar, per poder tornar a confiar.
“Confiar de manera madura implica aceptar que no poseemos la verdad, que no tenemos el control sobre casi nada, y que no dependemos de los demás para ser felices” trobo que és una frase meravellós i realment alliberadora. És genial quan entens, que el millor que pots deixar de cercar és el control en els altres i que solament pots dirigir la vida a partir de les nostres decisions, que no podem controlar més que això.
Al leer este artículo he querido hacer un ejercicio de introspección: ¿Qué siento cuando estoy decepcionada? Efectivamente, he conectado con emociones de las que aquí se habla…: Rabia, frustración, enfado… reacciones asociadas a la “típica pataleta infantil”… No quiero poner ninguna etiqueta al asunto, no es esa la cuestión, pero ciertamente considero que trabajando en una misma, tomar el camino del autoconocimiento, con apertura de mente, puede ayudar muchísimo. Una ayuda enfocada al cambio de emociones con las que conectar, que sean más fructíferas, adaptativas. Llegar a esa “confianza madura” que nos habla Herminia es un enfoque muy interesante al que apuntar, tanto personalmente como en nuestro trabajo como psicólogas.
Me sorprende ver que en la fórmula de la decepción tiene que haber rabia, no lo había contemplado y, de hecho, no sé si siempre se tiene que dar. Por otro lado, mis decepciones suelen ser en el ámbito social, por tener primeras impresiones muy buenas y luego ver que no se cumplen mis expectativas. Pero yo diría que son más desilusiones ya que mi estado de ánimo no se suele ver influenciado. El concepto de confiar de forma madura lo veo como uno de los conceptos más importantes hoy en día en las relaciones interpersonales. El hecho de aceptar que las cosas no siempre son como esperamos que sean, que tenemos que aceptar nuestros sentimientos negativos y vivir con ello, lo veo una de las teorías más inteligentes de la psicología moderna. Muy buen artículo.
Considero que una de las emociones mas dolorosas es la decepción… no solo porque surge de una expectativa que hemos generado nosotros mismos respecto al otro si no también porque es difícil no hacerlo.
Ser consciente de ello y tomarse el tiempo para encontrar el origen de esta ya es un gran paso para liberarnos de los sentimientos que conllevan una decepción.
Una vez más, la confianza y el amor son el antídoto para combatir situaciones dolorosas.
Me ha parecido muy interesante que este artículo hablase de las expectativas para relacionarlas con la decepción porque creo que estas juegan un papel fundamental y que muchas veces no somos conscientes de ello.
Las personas estamos continuamente creando expectativas o interpretando las situaciones o juzgando el entorno y eso hace que vayamos por la vida con unas ideas prefijadas. Cuando estas no se cumplen, entonces suelen aparecer las decepciones y la frustración y se entra en un círculo vicioso del que es difícil salir. Para ello creo que es importante, primero de todo, tomar conciencia de esto, para después poder dejar todas esas expectativas a un lado y abrirnos a la experiencia.
Esto me encaja perfectamente con el concepto del que habla el artículo de “confianza madura”, entendiéndola como la aceptación y toma de conciencia de que no tenemos el control sobre todo nuestro entorno, ni las cosas van a suceder como nosotros esperamos o como a nosotros nos gustaría, ni poseemos la verdad, ni dependemos de los demás para ser felices y crecer como personas, etc. Trabajar esta aceptación me parece muy importante para poder llegar a vivir las decepciones de una manera distinta, centrándonos en los aprendizajes que podemos sacar de ellas.
Creo que la confianza es clave para casi todos aspectos en la vida de las personas. Es por eso que este artículo me parece muy importante y el tema tratado es crucial para todos. El vivir habiendo aceptado que no todo en la vida será como nosotros queremos, te libera de mucho malestar pasado y futuro. Si todos nos alejáramos de aquello que alguna vez nos ha causado decepción, no podríamos llegar a vivir cosas buenas de nuevo. Es por eso que decidir afrontar las situaciones con confianza, y honestidad con uno mismo es tan importante. Muy buena reflexión.
M’ha agradat el concepte de confiança madura i immadura en relació al sentiment de decepció. No m’havia parat a pensar en que quan sents decepció fonamentes la confiança en l’altre, de manera externa. He pogut reflexionar sobre aquelles vegades que m’he sentit decepcionada i he pogut entendre millor com estava actuant i quina mena de confiança estava tenint en cada moment. Moltes vegades és difícil no deixar-se portar per les expectatives i acabar amb un sentiment de decepció, però si es treballa segur que es pot millorar.
M’apunto els conceptes, crec que poden ser molt útils tant per a mi com per als/les meus/ves pacients.
¿Por que creemos que los demás deben ser o hacer lo que nosotros creemos correcto? Es interesante como ponemos expectativas en otras personas y nos decepcionamos cuando ellas no las cumplen, cuando las expectativas son nuestras. Debemos hacernos cargo de las expectativas que ponemos en los demás.
Leer este artículo me lleva a relacionar la decepción con la rigidez mental que nos caracteriza a algunas personas, con esa voluntad de que las cosas (y las personas) sean como nosotros/as queremos que sean. Esto nos lleva a una constante sensación de frustración al no ser capaz de contemplar la realidad de manera neutra, de aceptarla sin reproches adaptándonos a las circunstancias, y a vivir con un estado de ánimo inclinado hacia el victimismo, la negatividad y la desesperación.
Es uno de los artículos con cuyas ideas o palabras más he conectado y más identificada me he sentido, especialmente con las preguntas.
Por otra parte, nunca había visto la relación tan directa que existe entre la decepción y la desconfianza, y lo más importante es que es una tendencia que, al hacer consciente el mecanismo cognitivo y emocional que la lleva a cabo, se puede cambiar. Por ello, te felicito Hermínia por el artículo en sí y en particular por los pasos a seguir recomendados para obtener aprendizaje de la decepción en lugar de seguir alimentando la desconfianza, como bien dices.
En primer lloc, acceptar que no existeixen emocions positives o negatives em sembla una bona manera per començar a treballar cap a una altra direcció. Sí que és veritat, però, que existeixen emocions, sentiments i sensacions més doloroses que altres, com seria el cas de la decepció.
Trobo molt interessant la idea que prèviament a la decepció hi ha hagut una generació d’expectatives o suposicions irreals allunyada del que seria la realitat.
Penso que la generació d’expectatives és complexa d’evitar (almenys pel que a mi respecte) però sí que és veritat que confio amb la idea d’anar posant consciència a les coses i anar trobant la manera d’identificar i gestionar. És veritat, també, que una emoció o sensació pot desencadenar una altra sèrie d’emocions i sensacions i tenir una base per poder anar treballant i afrontant ens farà connectar amb el camí que ens fa sentir millor d’una manera més ràpida. L’autoconeixement i revisió pot desencadenar, sens dubte, un millor lideratge personal.
Com a futurs professionals és molt important anar posant consciència aquests temes per poder tenir una millor gestió i poder fer un millor acompanyament a les persones que tindrem davant.
Muchas veces hemos tenido la sensación que nuestros amigos, familia, pareja o nuestro entorno nos ha fallado, no ha hecho aquello que esperábamos o no han dicho lo que queríamos escuchar o incluso necesitábamos oír y es aquí donde aparece la frustración, sentimos que el mundo no nos comprende y esto nos puede llegar a generar incluso rabia, sentimos que la vida es injusta, hablamos de decepción. Me ha parecido muy interesante romper este paradigma, y ampliar la perspectiva, ya que la mayoría de veces que sentimos esta decepción, es precisamente por qué no nos ponemos en el lugar del otro, tan sólo vemos que la persona no ha actuado/pensado/dicho lo que nosotros esperábamos o haríamos.
Muy interesante el concepto de confianza madura versus confianza inmadura ejemplificado por la experiencia de descubrir que los reyes magos no existen, así como nuestras creencias sobre el resto de cosas, sobre nosotros mismos, los demás o el mundo, aceptar que no poseemos ninguna verdad y por tanto no tenemos el control es un descubrimiento vital que hacemos de forma constante, que todo es cambiante incluyendo-nos a nosotros mismos.
La cuestión es como lo vivimos, como integramos el cambio haciendo mas plástico nuestro paradigma sobre todo lo que creemos que sabemos, y como dices saber aprovechar la decepción transformándola en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
Gracias por este artículo me he sentido demasiado identificada y eso duele, tengo que aprender a gestionar…