
Entrevista a Ana González Herrera, psicóloga del equipo del Institut Gomà, en relación al artículo publicado en la revista INTROVERSION bajo el título “Mujeres que aman demasiado”.
Las mujeres emocionalmente dependientes tienen la sensación de “necesitar” a otras personas, de necesitar su aprobación, su afecto, su compañía, etc. para sentirse felices. La mayoría de estas mujeres renuncian de manera continua o muy frecuentemente a sus propios deseos, prioridades, necesidades, valores o derechos anteponiendo los de la otra persona. Suelen tener miedo a la pérdida, al rechazo, al abandono de la otra persona, lo cual les genera una necesidad de complacer al otro, de evitar cualquier tipo de conflicto con él/ella y/o de poner a prueba el amor/amistad de la otra persona hacia ellas para confirmar que las quieren, que no las abandonarán.
En sus relaciones de pareja se comportan de manera sumisa, sacrificándose permanentemente por la otra persona, colocándose siempre en un segundo plano dentro del marco de la relación en sí y de sus propias vidas. Sienten la necesidad de que la otra persona les diga o les confirme si lo que hacen, dicen, deciden, e incluso, sienten está bien, es correcto, es lo mejor o no. Tienen tendencia a atribuir las propias emociones, sentimientos o sensaciones a la otra persona, ya sean positivas o negativas con frases del tipo: “me haces tan feliz”, “me pones nerviosa”, “siempre haces que me enfade”, “me haces sentir tan bien”. El resultado de esto es la delegación de la responsabilidad de sus propias vidas, de sus sentimientos y de sus comportamientos en el otro. Las mujeres con dependencia emocional esperan, a veces de manera inconsciente, que todo ese sacrifico y entrega total a la otra persona evite el abandono del otro y les garantice su afecto para siempre o que ese mismo sacrificio y entrega les sea devuelto.
Estas mujeres presentan una escasa autoestima en la mayoría de ámbitos de su vida. Se sienten inferiores a la mayoría de personas, no creen ser dignas o merecedoras de recibir afecto, no se atribuyen ningún tipo de competencia o valor, cualquier logro que consigan lo atribuyen a factores externos, de la misma manera que cualquier fracaso es atribuido a ellas mismas, generando así un sentimiento de culpa importante. Una sensación y/o pensamiento recurrente es el de no estar a la altura (de la persona, de las circunstancias, de la situación…)
También suelen sentirse incapaces de gestionar de manera efectiva sus emociones. De entrada tienen dificultad para identificarlas, aceptarlas. No creen tener derecho a expresar según qué emociones o sensaciones, y por tanto, no se permiten hacerlo.
Según mi experiencia profesional como miembro del equipo del Institut Gomà, podría decir que esta dependencia puede manifestarse en cualquier mujer, independientemente de su edad o condición. Lo que hace que alguien sea dependiente emocionalmente, tiene que ver, como decía antes, con la capacidad de valorarse a sí misma, de su autoconcepto y de la capacidad y/o habilidad que tenga para gestionar las emociones de manera efectiva.
Una de las causas más importantes que explicaría la dependencia emocional sería la percepción, real o no, de algún tipo de carencia afectiva a lo largo de la infancia de la persona por parte de las figuras adultas significativas para ella (padres, abuelos, hermanos…). De esta manera se interiorizan patrones o esquemas afectivos, cognitivos y emocionales (un autoconcepto negativo, la tendencia a la idealización del otro en las relaciones, la sumisión como estrategia para evitar el abandono, la idea de amor como apego obsesivo y admiración en vez de como intercambio recíproco de afecto, etc.), fruto de las experiencias iniciales y que servirán de base para el aprendizaje de posteriores experiencias a la hora de relacionarse con otras personas. La mayoría de estos esquemas y patrones adquiridos en la infancia pueden ser modificados.
Algunos síntomas a destacar podrían ser:
– Querer disponer continuamente de la presencia del otro. Para ello, muchas veces, se ejerce un control o dominio, en ocasiones indirecto y sutil, de la vida del otro con demandas dirigidas a la otra persona de renuncias a actividades, actitudes, conductas, llamadas telefónicas recurrentes, etc.
– Sentir una excesiva necesidad de aprobación por parte de los demás. Preocupación por caer bien, tener como prioridad el ser aceptados por el otro…
– Idealizar a la otra persona. Las mujeres con dependencia emocional entienden el amor como apego, sumisión y admiración y no como un intercambio recíproco de afecto, amor, atención, respeto…
– Adoptar una posición sumisa en la relación con la otra persona, estableciendo así relaciones asimétricas. Como apuntaba anteriormente, esta sumisión tiene como objetivo conseguir mantener la relación a toda costa, evitando así el abandono.
– Pánico a la soledad. Tienen la sensación de que no podrían vivir si la otra persona no estuviera ahí, tal y como dice Amaral en su canción “Sin ti no soy nada”. De esta manera, la ruptura o deterioro de esta relación supone un trauma para la mujer dependiente y se vive como un vacío, como una caída al abismo, aunque es este miedo a la soledad el que hace que en poco tiempo estén empezando o buscando otra relación.
Las mujeres dependientes emocionalmente se vuelcan total y exclusivamente en el otro. Lo dan todo por esa persona convirtiéndole en su eje, en su motivación, en su razón de vida, de bienestar y de felicidad. En las relaciones que establecen buscan la exclusividad absoluta en todos los sentidos, ya que si no la tienen se sienten vulnerables y aparece el peligro de que el otro las abandone o les retire el afecto. Esto suele provocar un sentimiento de agobio e invasión en la otra persona. De aquí pueden salir reproches del tipo: “si me quisieras pasarías más tiempo conmigo”, “si realmente quisieras estar conmigo no irías a tal sitio”, “si yo fuera realmente importante para ti me llamarías más”…Puede que estos esfuerzos para que el otro le quiera y esté con ellas acabe teniendo un efecto contrario, que la otra persona se aleje.
El hecho de intentar dedicar su vida al otro, a complacerle, a buscar su aprobación, a sacrificarse por él y, en ocasiones conseguirlo, les hace sentirse satisfechas sólo por haber conseguido complacer los deseos/necesidades/peticiones de la otra persona, por tanto tienen la sensación de haber evitado el abandono o de haber conseguido el cariño de dicha persona. Pero a la larga se van dando cuenta que esto ha supuesto una renuncia total al control de sus propias vidas, a sus necesidades, a sus sueños, a sus objetivos… lo cual va dejando lugar a un sentimiento de frustración, de rabia y de tristeza. De cara a la pareja esto se puede traducir en rencor, reproches e ira hacia la otra persona. A nivel de salud y a raíz de esta dependencia emocional y de todo lo que ésta conlleva, es frecuente que se desencadenen trastornos de ansiedad y/o depresión (ataques de pánico, apatía, llanto…)
La dependencia emocional también se da en otros tipos de relaciones. Por ejemplo es frecuente encontrar personas que dependen emocionalmente de sus progenitores, de sus hijos o de algunas amistades. Aún así, según nuestra experiencia profesional en el Institut Gomà, puedo decir que la mayoría de demandas que llegan relacionadas con la dependencia emocional, tienen más que ver con las relaciones de pareja.
La mayoría de las personas aprendemos de nuestras experiencias positivas y negativas y probablemente muchas mujeres con dependencia emocional también lo hagan, pero tal vez no sea suficiente. Se podría decir que el problema no está en la relación o en la forma de llevarla, sino en el propio desarrollo emocional de la persona. El trabajo que hay que hacer es de base, desde el interior de cada una. Mientras la autoestima de estas mujeres siga siendo pobre, mientras no aprendan a regular sus propias emociones de manera diferente, mientras sigan delegando la responsabilidad de sus propias vidas y de su felicidad en figuras externas, probablemente se seguirán repitiendo patrones en sus relaciones interpersonales. Yo no las definiría como adictas al sufrimiento, diría que es la forma en la que han aprendido a relacionarse, probablemente basada en modelos de relaciones afectivas que hayan tenido en sus vidas
En mi opinión, la solución ante una dependencia emocional pasa porque la persona haga un trabajo interno y personal que se puede llevar a cabo a través de un proceso de psicoterapia con el objetivo de fortalecer la autoestima en los ámbitos de su vida que sea necesario, aprender a regular de manera efectiva las emociones propias y sobretodo, hacerse responsables de sí mismas, de sus propias vidas, ya que los únicos comportamientos, pensamientos y/o sentimientos sobre los que podemos influir son los nuestros y esos son los únicos que nos pueden garantizar nuestra felicidad.
Para aprender a modular emociones es imprescindible aprender primero a escucharse y sentirse, aceptarse, perdonarse y valorarse, aprender a regular las emociones, creer en una misma y sentirse protagonistas de su propia vida. Éstos, como ya he apuntado anteriormente, sería uno de los objetivos del trabajo en psicoterapia con personas dependientes emocionalmente.
Mi opinión es que para que una relación de pareja sea sana y constructiva, es importante que sea una relación simétrica en la que los dos miembros de la pareja dan y reciben atención, afecto, cariño y en la que los dos tienen el mismo grado de compromiso y responsabilidad dentro de la pareja (y además lo perciban así). Es posible que en el inicio de una relación haya cierto desequilibrio, pero creo que es algo que se debe ir igualando si queremos construir una relación de pareja estable y madura emocionalmente.
– Interiorizar la idea de que satisfacer nuestras necesidades, cumplir nuestros sueños, tomar decisiones y solucionar los propios problemas, es nuestro derecho y nuestra responsabilidad como personas.
– Tener claro que “me gustaría” o “preferiría” es muy diferente de “necesito”.
– Tener en cuenta que las actitudes, opiniones, expresiones, ideas o comportamientos de las otras personas no son indicadores de nuestra propia autoestima o del valor que tenemos como persona.
– Centrarse en lo que podemos mejorar de nosotros mismos y evitar controlar la vida de los demás.
– Afrontar aquellos miedos (a la soledad, al abandono…) y aprender a confiar en nosotras mismas
– Expresar nuestros sentimientos, emociones y necesidades desde el respeto hacia el otro y hacia una misma.
INTROVERSION
Reportaje PSIQUE (Noviembre 2011)
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