
A menudo las personas nos planteamos nuevos propósitos, nuevos retos o nuevos hábitos, probablemente vinculados a crecer y mejorar como persona, evolucionar profesionalmente, tener mejor salud o dedicar más tiempo a nuestras relaciones. Enero, septiembre y en general los cambios de etapa e inicios de un nuevo ciclo, suelen ser las oportunidades predilectas para tomar la decisión de empezar a llevar a cabo nuestras auto promesas.
No son tantos sin embargo, los que prestan la misma atención a decidir aquello a lo que están dispuestos a renunciar, aquello que ya no les sirve, que ha perdido su sentido o que limita su potencial.
¿A qué estás dedicando tu tiempo? ¿Qué cosas te dan energía? ¿Qué cosas te la restan? ¿Para qué seguir haciéndolas?
Las personas necesitamos establecer prioridades para gestionar eficazmente nuestro tiempo, que es un recurso limitado. En ocasiones, una óptima organización de nuestro tiempo, y por tanto de nuestra vida, puede pasar por descartar definitivamente algunas de esas cosas de nuestra lista de prioridades, en lugar de seguir manteniéndola a toda costa, cambiarla de orden o continuar postergándola indefinidamente. ¿Qué es lo que no vas a hacer?
La vivencia del tiempo varía de unos a otros y mientras que para algunas personas el tiempo es escaso (“no tengo tiempo…”“ahora no puedo, tengo prisa…”) para otras es abundante (“no te preocupes, hay tiempo para todo” “si no se hace hoy, se hará mañana…”). Esta percepción puede oscilar incluso para una misma persona, en función de la actividad que se encuentre llevando a cabo o de las emociones que esté experimentando. Por lo que la gestión del tiempo va más allá de una buena estructuración de la agenda, e implica la gestión de las emociones y en definitiva de uno mismo y de su vida.
A pesar de ser conscientes de los beneficios que pueda suponer el cambio, el acto de dejar ir, renunciar o soltar, puede resultar amenazante para muchos. La necesidad o el deseo de control, puede hacer que se experimente ansiedad ante lo desconocido y la incertidumbre de mayor o menor grado que va asociada a todo cambio.
Desde el coaching teleológico, los profesionales podemos ayudar a nuestros clientes a que reflexionen sobre su propósito, a que conecten con sus talentos y recursos para alcanzarlo, a que gestionen mejor sus emociones y su tiempo, a que cuestionen las creencias limitadoras que aparezcan en el camino y, en definitiva, a que sean protagonistas de su vida en lugar de espectadores.
El coach proporciona un acompañamiento que se adapta al ritmo del cliente, así como un espacio de confianza en el cual aprender, facilitando el cambio y amortiguando su incertidumbre.
¿Hacia dónde vas? ¿A qué quieres empezar a invertir tu tiempo y tu energía? ¿A qué quieres dejar de dedicárselo? ¿A qué vas a decirle NO?
Marina Jiménez Linares© Copyright DotLife WordPress theme All rights reserved.