Escrito por: Inés de Caralt
Actualmente muchos adolescentes experimentan con las drogas a edades tempranas, en una etapa de la vida en la que su organismo, especialmente el cerebro, está en pleno proceso de maduración.
Padres y madres, asustados y preocupados por los cambios que observan en sus hijos, acuden a nuestra consulta en busca de explicación y soluciones.
Hijos que dejan de comunicarse, que se aíslan o empiezan a frecuentar sitios o personas extrañas, pequeños hurtos en casa, miradas ausentes, apatía, bajo rendimiento o abandono de los estudios, agresividad…
Como madre y como psicóloga, reconozco el dolor que produce esta incertidumbre y la sensación de impotencia que invade a los padres: Sus hijos, otro tiempo tan “suyos”, han cortado su relación con ellos y sienten que no pueden hacer nada por remediarlo. Se sienten culpables y creen que si hubieran hecho las cosas de otro modo, si hubieran puesto más límites o si hubieran estado más atentos a sus amistades o a sus estudios, no habrían llegado a este punto.
Aportarles información, tanto sobre las etapas evolutivas de los jóvenes como sobre los distintos tipos de consumo de drogas y sus consecuencias, ayudarles a gestionar sus sentimientos de culpa y compartir estrategias de apoyo favorecerá que retomen su papel, como actores principales que son, en la vida de sus hijos.
Lo primero que me gustaría destacar es que consumo no es adicción.
En esta difícil etapa que llamamos adolescencia, la búsqueda de uno mismo, las ganas de construir la propia personalidad y de probar sus límites, el sentimiento de invulnerabilidad, la necesidad de sentirse integrado en el grupo y la falta de habilidades para resistir a las presiones de los amigos son algunos de los elementos que favorecen su iniciación en el consumo de sustancias. Así que, aunque no existan circunstancias externas que favorezcan el consumo, la adolescencia es una etapa de especial vulnerabilidad frente a las drogas. Algunos no pasarán de la experimentación, mientras que otros consumirán drogas de forma regular pudiendo llegar a la adicción con los graves problemas que lleva asociados.
No resulta cierto pues que si hubiéramos hecho las cosas de forma diferente nuestro hijo no consumiría. No existe un único factor de riesgo ya que siempre es el resultado de una pluricausalidad en el que intervienen características individuales, evolutivas, ambientales, educacionales y situacionales. Además, existen diferentes factores de riesgo para los distintos tipos de drogas y son diferentes los factores que aumentan las posibilidades de inicio del consumo y los que influyen en su mantenimiento.
Vemos pues que se trata de un tema complejo en el que no existen “recetas” únicas ni tratamientos infalibles, pero desde el punto de vista psicológico yo le doy especial importancia al desarrollo de la autoestima y la asertividad, como principales factores de protección en las primeras fases del consumo de drogas.
Partimos de la base de que el consumo de drogas es una conducta individual. Aunque el contexto social pueda ejercer presión hacia el consumo, el adolescente puede tener la posibilidad de rechazarla e incluso modificar el ambiente, ya que cada persona da diferentes significados a los efectos de cada sustancia e interpreta de una manera u otra las influencias ambientales. En otras palabras, el ser humano posee aptitudes que le permiten adecuarse funcionalmente a las condiciones cambiantes del entorno y dar respuestas adaptativas a esas nuevas situaciones.
La autoestima es la forma en que una persona se valora a si misma. Una autoestima sana permitirá generar confianza en las propias fortalezas y empoderará al adolescente para que tome sus propias decisiones, así como a tener actitudes positivas hacia su propia salud.
Por su parte, la asertividad es la capacidad de respetar los propios valores y opiniones. Favorecer el desarrollo de habilidades sociales fortalecerá las capacidades del adolescente para hacer frente a los cambios, le permitirá independizarse del grupo de referencia y relacionarse con otros grupos, lo que limitará los riesgos de adaptación.
Una intervención temprana siempre será más efectiva y tendrá mayor probabilidad de éxito, por lo que es importante estar atento a los síntomas y buscar ayuda en caso necesario.
En resumidas cuentas, un adolescente es un ser profundamente vulnerable. Trabajar sus fortalezas, enfrentar sus miedos, vencer sus limitaciones y desarrollar una visión optimista del mundo y de si mismo serán la mejor estrategia para que tome decisiones responsables y conecte con un estilo de vida saludable, incompatible con el consumo.
La involucración de los padres o mentores en este proceso es muy importante, como referentes que son, y es recomendable que acudan también a consulta para garantizar los mejores resultados.
Estoy dispuesta para acompañarte en este camino.
¡Ánimo! ¡Hay salida!
Inés de Caralt Casanova
Psicóloga · Coach · Formadora
Abril 2020
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