Escrito por: Hermínia Gomà


 

Domingo por la mañana. Niebla sobre la costa almeriense. Escribo desde el aeropuerto, de regreso a Barcelona, pasando por Madrid (los domingos no hay vuelo directo). Ha sido un fin de semana especial. He conocido grandes profesionales voluntariosos en su entrega y generosos con su tiempo que se dedican a atender a personas en situaciones devastadoras para ellas, contextos que van a marcar sus vidas profunda y dolorosamente.

¿Has vivido de cerca alguna catástrofe, o situación traumática? ¿personal o profesionalmente? ¿Qué niveles de estrés se manejan? Estos días he podido valorar la respuesta que dan estos profesionales a personas y familias en momentos terribles. Profesionales preparados, capacitados y constituidos en una red de intervención de apoyo psicosocial tanto a nivel de prevención, respuesta y recuperación frente a situaciones de riesgo colectivo, emergencias: suicidios, accidentes, atentados, catástrofes naturales o desastres provocados por la acción humana … profesionales con alta capacidad de resiliencia y dispuestos a dejar a un lado su vida para dar su apoyo en situaciones de alto  nivel de estrés tanto para las víctimas como para otros profesionales que colaboran en estas situaciones de emergencia.

Ayer sábado, durante todo el día tuve el placer que acompañar a más de 50 psicólogos y psicólogas impartiendo el seminario “Emociones ligadas al trauma, trabajando desde el Coaching” en el contexto de la “Formación en Intervención Psicológica en Catástrofes” que organiza el COPAO (Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental). Asistieron profesionales de Almería, Málaga, Granada y Jaén. Tuve la oportunidad de trabajar directamente en mi rol de Coach con dos de estas profesionales, Carme y Pepa, que se ofrecieron para que pudiera mostrar al resto de asistentes cómo intervenir desde las emociones en procesos de Coaching Teleológico. Entre otros temas hablamos del valor de las preguntas y en estos casos, la más frecuente es: ¿Por qué?

Agradezco profundamente a Aida Herrera Pérez, Responsable del Grupo de Intervención Psicológica en Desastres y Catástrofes del Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental, su cariñosa acogida y la oportunidad de interactuar con profesionales tan admirables como los miembros del grupo que lidera. Y, que decir de Esther Paredes Sevilla, coordinadora de la provincia de Almería, su predisposición y actitud son admirables. Y toda mi gratitud a “Pepa de Almería”, por su inestimable servicio como cámara “improvisada” y por sugerirme la foto que os muestro al inicio del artículo. Y a todos los y las asistentes, por sus inestimables aportaciones y retadoras preguntas.

¿Por qué? ¿Para qué? son preguntas que se darán cita en el devenir de procesos traumáticos. Ambas son preguntas urgentes. Cada una de ellas nos abre las puertas a mundos diferentes, a ser observadores distintos desde lugares diferentes. En el artículo de esta semana me gustaría reflexionar sobre el efecto que pueden tener en nuestras vidas estas dos preguntas fundamentales. Y también debatir su idoneidad en función del contexto en que se realicen.

En situaciones de catástrofe es fácil escuchar: ¿por qué? No hay respuestas fáciles en esos trágicos momentos, pero parece que el cerebro sólo pueda hacerse esa pregunta con la que nuestra mente verbaliza lo que el corazón y el alma no pueden mostrar por el impacto del shock, la frustración, la impotencia de no poder cambiar el destino, la intuición de la ausencia futura que se vislumbra ya,  la oscura culpa por no haber resuelto temas pendientes… Pero sobre todo, nuestra mente no para de girar por no encontrar sentido a lo que acaba de ocurrir. Es una pregunta retórica, ya que presentimos que no existe una respuesta plausible ni lógica. En esta primera fase el ¿por qué? es como decir: ¡No puede ser! Una pregunta que nace de la “no aceptación”. Es una pregunta que nos surge cuando nos dan una icia de ruptura totalmente inesperada: cuando tu pareja te dice por la mañana, después de haber estado haciendo el amor la noche anterior, que quiere separarse. Cuando después de terminar un gran proyecto laboral exitoso, te dicen que estás despedido…

La negación de lo ocurrido, nos protege momentáneamente, amortigua el dolor. Esta pregunta se concreta ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? La desgracia es vivida como injusta. En el fondo, nunca estamos preparados para estas inesperadas e injustas circunstancias, creemos que estas cosas sólo les pasan a los demás. Es una etapa de rabia e incluso ira, en la que no sólo no entendemos el por qué ha pasado, sino que además no podemos entender por qué nos ha pasado ahora y a nosotros. ¡No lo merecemos! ¡A veces incluso pensamos que ya le podría haber pasado a otros!

El “¿por qué?” es la manifestación de la negación de la realidad. Esta pregunta ya no nos protege. Llegamos a un momento del proceso en que no podemos seguir eludiendo la realidad, en el que necesitamos aceptar lo que ha ocurrido para poder seguir adelante con nuestras vidas. Llegamos a un acuerdo con el mundo y sobre todo con nosotros mismos. Es en ese momento que necesitamos todavía más apoyo, cuando aceptamos lo que ha ocurrido y asumimos seguir adelante. En esta etapa la tristeza es profunda y nos lleva a la introspección que nos permitirá aprender de nosotros mismos, de los demás y de la vida.  Aceptar la finitud de las cosas, la mortalidad de las personas es un aprendizaje, que en nuestra cultura siempre nos sorprende.

El tiempo y la compañía de personas que nos quieren, a veces el apoyo profesional, nos ayudarán a superar el duelo y el dolor para poder convivir con esta nueva realidad y aprender de todo lo que hemos experimentado y sentido.  Cuando podemos aceptar lo sucedido estamos en predisposición de realizar cambios. Cambios en nuestra manera de explicarnos el pasado y preparar el futuro. Podemos enfrentarnos a la siguiente pregunta: ¿Para qué? ¿Para qué seguir adelante? ¿Para qué ha servido?…  Darle un sentido a lo sucedido nos confortará e iluminará. Empezaremos a ver la luz al final del túnel. Cuando seamos capaces de conectar con el agradecimiento ganaremos sabiduría y compasión, hacia nosotros mismos y hacia los demás. Es el ¿para qué? la pregunta que nos hará más concientes y capaces de dar sentido a nuestras decisiones y sus consecuencias. Nos hará más responsables de nosotros mismos y de nuestras prioridades en la vida.

Os invito a seguir profundizando es estos temas y como siempre a que aportéis vuestro saber y vuestras experiencias. ¡Gracias!

Hermínia Gomà
17 febrero 2013
Almería